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Stefano Sollima • Director

“Un relato de género es como una fábula: siempre es actual”

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- El director romano Stefano Sollima ha salido del extraordinario éxito de la serie Gomorra listo para sacar adelante su segundo largometraje, Suburra

Stefano Sollima  • Director

Una película de gangsters sobre los vericuetos que unen la política y la mafia en Roma, bajo los auspicios del Vaticano, las fiestas VIP y las playas de Ostia. Todo eso y más aborda Suburra [+lee también:
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, segundo largometraje de Stefano Sollima tras Acab [+lee también:
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. El director viene de probar las mieles del éxito en la televisión con las series Gomorra y Romanzo criminale. De hecho, también Suburra se convertirá en una serie, producida y distribuida por Netflix. A la espera de su estreno en cines el 14 de octubre, Sollima ha hablado de su nuevo trabajo con la prensa cinematográfica en Roma.

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¿Cómo se acercó a esta Roma fea, sucia y malvada?

A través del libro de De Cataldo y Bonini. Cuando leí los prolegómenos, me pareció modernísimo y actual. Además, el título era bonito: llevaba el relato dos mil años atrás, evocando un mecanismo de coexistencia entre poderes que existe desde siempre. Empecé a trabajar en su adaptación cinematográfica antes incluso de que el libro se publicase. Después nos vimos rodando la película en mitad de la tormenta judicial que tuvo lugar en Roma pero nunca dejé que los hechos del momento infirieran.

La película transcurre a lo largo de siete días, previo anuncio del apocalipsis. Durante esa semana se entremezclan tres poderes: el Vaticano, la política y el mundo de la calle. ¿Cómo nació esta estructura?
Son los sietes días que preceden la caída contemporánea del poder político y espiritual: un presupuesto apocalíptico. Teníamos solo siete días, por ello, para aprobar una ley de manera que esta gigantesca especulación inmobiliaria se montara bajo los auspicios de tres poderes que normalmente se perciben como distantes. Además, me gustaba la idea de presentar Roma bajo el agua, de dar una imagen más profunda de lo habitual, con calles que se alargan, bocas de alcantarilla que explotan…

En un momento en que Roma es presa del caos, ejemplificado en la dimisión de su alcalde, su película resulta de rabiosa actualidad.
En realidad, empecé a trabajar en ella hace dos años y medio. Es el género lo que vuelve el relato menos periodístico y más alegórico. Es natural que hoy en día nos identifiquemos en esa situación, de igual modo que podríamos vernos ahí hace veinte años, porque es un relato sobre una ciudad y sobre el poder. Con el género, en este caso el del cine de gangsters, internacionalizas el proyecto porque empleas determinados estilemas. Como con Gomorra, la historia se vuelve comprensible a escala universal. La obra de género es como una fábula: siempre es actual.

La cinta también se parece a un western metropolitano, por su clasicismo, su fuerza, su simbología…
Tal vez da esa impresión por haber utilizado campos de rodaje más amplios, en los que el propio fotograma aparece tanto el personaje como el mundo que está llamado a representar, cada uno con su color dominante, consiguiendo una atmósfera muy precisa. También el libro se dilata más en función de los enfrentamientos entre los personajes. La película tiene menos personajes con respecto al libro justamente porque quería concentrarme en los más representativos.

El personaje de Claudio Amendola, el Samurai, es el menos cargado pero también es el que más miedo da porque uno podría toparse con él en cualquier parte. ¿Cómo lo pensó?
La ventaja de presentar casi exclusivamente personajes negativos es que te obliga a concentrarte en el ser humano que lo habita. Me parecía reductivo que el malo se moviera de forma desagradable; me lo imaginé como una persona normal que tiene una función dentro del relato por lo que hace, no por lo que es. La escena con la madre lo dota de humanidad. Lo que nos guió para cada uno de los personajes fue la búsqueda de la verdad.

En la película no se ve un policía, un juez… ¿Por qué no quiso dejar ver un solo personaje positivo?
Habría sido más fácil, desde un punto de vista dramático, tener un punto de vista externo que uniese los diferentes mundos entre sí. Pero me parecía más interesante confiar a cada personaje la presentación de su propio mundo. No es un acercamiento moral; así el relato es más ligero y ágil y obliga al espectador a entrar en mundos diferentes sin que un narrador lo introduzca.

¿Puede decirse que, al final, al haber una reacción, se trata de una película optimista?
Optimista no creo; progresista quizá. Es un relato bastante desesperado, sobre el final de una época; había que cerrar con la apertura de una nueva. Los poderes que habitualmente consideramos inimitables e invencibles vienen desquiciados por personajes que provienen de fuera: granitos de arena que inundan un mecanismo mayor hasta interrumpirlo. En este sentido, es una película anarquista.

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(Traducción del italiano)

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