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Raúl Arévalo • Director

"Confiar en mí era un acto de fe"

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- VENECIA 2016: El actor madrileño Raúl Arévalo debuta como director con alta nota con Tarde para la ira, gracias a la fe y el apoyo incondicionales de la productora Beatriz Bodegas

Raúl Arévalo  • Director
(© la Biennale di Venezia - foto ASAC)

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. Tras años deseando estar al otro lado de la cámara, lo logra a los 36 con Tarde para la ira [+lee también:
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gracias al gran apoyo de la productora Beatriz Bodegas, de La Canica Films.

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Cineuropa: ¿Por qué contar una historia tan brutal?
Raúl Arévalo: La violencia siempre me ha interesado, es inherente al ser humano y, desgraciadamente, cada día hay actos violentos y todos la tenemos, aunque sea reprimida. Soy anti violencia, no me he peleado con alguien en mi vida, pero tengo mi ira. He abordado el asunto a través de una historia con la que no tengo que ver: cuando hace ocho años escribí el argumento, mi padre tenía un bar y conocí el ambiente de barrio madrileño, escuchando conversaciones sobre cómo se reaccionaría ante un hecho violento, tanto en caliente como en frío: cómo debe ser enfrentarse a algo así, esa fantasía de venganza. Y me interesó investigarlo.

El título en castellano –Tarde para la ira- tiene doble sentido…
Se iba a titular Agosto, pero se estrenó la obra de teatro homónima y luego la película con Meryl Streep, así que había que cambiarlo. Pensando en títulos que pudieran servirle, leí una cita bíblica traducida del hebreo que venía a decir que Dios es el único que tiene paciencia para esperar el castigo, que el verdadero defecto de los cristianos es que no tienen paciencia para esperar a castigar al impuro y al que ha pecado. Tiene entonces las dos acepciones: demasiado tarde y de la parte crepuscular del día. Al principio ese título me daba miedo, porque me sonaba a Sergio Leone, y también a Tarde de perros.

¿Eres consciente de que la película puede herir sensibilidades?
Lo más difícil era intentar seguir el recorrido del personaje central y que el espectador fuese con él, con todas las contradicciones que conlleva y que puede provocar. No me apetecían moralejas ni discurso barato, pero sí hablar del ser humano y de cosas que no podemos evitar, como ese sentimiento de venganza, esa ira enquistada, odio y rencor, sentimientos que hemos tenido alguna vez, y no juzgarlo.

Tampoco te recreas en la violencia…
Pretendí hacer una película que tuviera una estética del feísmo: me atraen esos ambientes de barrio y de campos de Castilla, donde me he criado, que aparentemente son feos pero, como hacen algunas películas francesas e italianas, a la vez le extraen algo chulo. Pero quería huir de la violencia como espectáculo, que tanto disfruto en el cine de Tarantino: deseaba que fuera una violencia más seca, real, cruda y áspera como la vida misma.

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surgió el flechazo profesional con la productora Beatriz Bodegas, de La Canica Films?
No, fue durante los ensayos en Madrid, antes de irnos allí, cuando le pasé el guión y empezamos a moverlo. Lo de Beatriz es admirable: cómo ha ido creciendo en un mundo tan machista aún. Yo soñaba con dirigir desde pequeño y aunque tenía claro lo que quería hacer y cómo, apoyarme era todo un acto de fe. Ella fue fundamental al confiar y luchar por mí, por eso le estoy muy agradecido, a la vez que me ha permitido una libertad absoluta. Bea ha sido mi hada madrina: también discutimos, pero en lo grande siempre hemos coincidido. Ha estado muy encima, siempre apoyándome: esta película se ha hecho por ella: otro productor no lo hubiera hecho nunca. Llamé a más productores, pero no era fácil que me apoyaran, pues soy un novato como director: ¿qué me ofrece éste para que me crea que la película va a quedar bien?, se preguntaban.

¿Te han influido los directores con los que has trabajado como actor?
Todos, he trabajado durante trece años, sin parar, con cineastas y técnicos de los mejores de este país y he sido un vampiro, chupando de cada uno. No he estudiado cine, pero me compraba libros y preguntaba sobre mis dudas a los directores de fotografía y de arte en los rodajes.

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