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Maciej Pieprzyca • Director

"¿Para qué hablar cuando la imagen lo dice todo?"

por 

- Maciej Pieprzyca, multipremiado en 2013 con Life Feels Good, nos habla de su nueva película, I’m a Killer

Maciej Pieprzyca  • Director

Cineuropa: Usted rodó en 1998 un documental sobre el affaire del vampiro de Zaglebie, un hecho que en los años 70 se saldó con la condena a muerte de un inocente. ¿Qué le llevó exactamente a regresar a ello con I’m a Killer [+lee también:
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, esta vez bajo la forma de una ficción?
Maciej Pieprzyca: No regresé a la historia exactamente. Este hecho no fue para mí más que un pretexto para concentrarme en un hombre y en cómo funciona en la situación específica que tuvo lugar en aquel momento, bajo una presión extrema, con un inmenso estrés; una situación a través de la cual podemos ver todo lo que se muestra y sale de él, tanto lo bueno como lo malo. Ese lado humano es lo que me interesa. En el documental puse un 100% de la verdad, mientras que I’m a Killer es una ficción. Tengo un método de trabajo personal que apliqué también en mi anterior película, Life Feels Good [+lee también:
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, y que llamo "la invención verdadera". Esta invención debe reposar sobre una documentación sólida. Me apoyo en lo que es verdad pero la combino con la ficción, pervierto los hechos, los mezclo por el bien de la historia y entonces relato. Para I’m a Killer, me inspiré en la historia real y cambié los nombres, los lugares, las fechas… pero mantuve lo esencial.

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El personaje principal tiene una dimensión universal. Es el ejemplo perfecto de un individuo completamente abrumado por el sistema.
No sólo por el sistema sino por él mismo, por lo que lleva dentro, por sus propias inclinaciones. Dostoievski dijo, y yo estoy de acuerdo con él, que en hombre tiene dentro de sí tanto bien como mal y que en función de la situación domina uno u otro. Me parece que mi película, aunque la acción esté situada en el pasado, relata una historia contemporánea. Los problemas de mis personajes son nuestros problemas, mis problemas. Su dilema es un dilema universal.

El público puede ver su película bajo perspectivas diferentes: una historia sobre el vampiro de Zagłębie, una historia universal, hasta una historia que hace referencia a la situación social y política que vive Polonia actualmente.
Es verdad que la cinta es más de actualidad ahora pero yo no lo preví. El rodaje transcurrió en dos fases: en el otoño de 2015 y en la primavera de 2016, y es entre estos dos periodos cuando hubo un cambio político en Polonia y el país empezó a desviarse hacia el mismo sistema que constituye el marco de la acción de mi película. Yo crecí en los años de la República Popular de Polonia y lo que veo actualmente se parece mucho a mis recuerdos de los años 80.

La prensa vincula su cinta con la corriente del cine polaco llamada "el cine de inquietud moral": ese cine de los años 70 y principios de los 80 de Zanussi, Kieslowski, Holland, Falk… ¿Está usted de acuerdo?
Sí. Nosotros, los cineastas polacos, somos ramas de un mismo árbol. He visto muchas películas de esta corriente, incluso antes de empezar mis estudios de cine, y, por supuesto, hago referencias a él en mi obra. Una de mis películas favoritas es Top Dog (Wodzirej - 1977), de Feliks Falk. El personaje principal de I’m a Killer tiene la misma ambigüedad que la de esta cinta. 

Usted escribió el guion de I’m a Killer para Arkadiusz Jakubik y afirma que él era el único capaz de interpretar el papel protagonista del film. ¿Qué le fascina de él?
Ya interpretó al personaje del padre de Life is good y su actuación le valió el premio Águila de la Academia de Cine Polaco al mejor actor de reparto. Arkadiusz es un camaleón. A veces los actores son los mismos e actúan igual en todas sus películas. No es su caso. En cada película, él es distinto. Lo aprecio tanto que decidí esperarlo, pues cuando íbamos a empezar a rodar, él aún estaba haciendo otro trabajo como director. Lo esperé y valió la pena.

Life is good mostraba el poder y la fuerza del hombre y dejaba al espectador con esperanza, mientras que I’m a Killer da protagonismo a un personaje que reúne lo más sombrío de la naturaleza humana. ¿Pretendió oponer entre sí ambas películas?Ambas tienen una especie de denominador común. El personaje de I’m a Killer tiene sus remordimientos. Podemos ver en la escena final que tiene algo que aún colea en él, que no es del todo un monstruo. Las dos historias son distintas pero la idea de base es idéntica. Me empeño en poner al hombre en el centro, con su naturaleza compleja, ambigua, nunca en blanco y negro, y siempre lo pongo a prueba. Me gusta también introducir algo de humor, para que sea como la vida: a veces muy seria, otras veces más ligera. Y me he percatado de que a veces el público reía, lo cual está bien. En lo que concierne la escena final, la cambié durante el rodaje. Al principio, mi personaje no tenía remordimientos; creía totalmente en su mentira. Pero estos remordimientos los vemos únicamente en sus ojos. No oímos una palabra. También rodamos la escena con el personaje que hablaba pero opté por la versión sin palabras. Me di cuenta de que no necesitaba ninguna. ¿Para qué hablar cuando la imagen lo dice todo?

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(Traducción del francés)

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