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Pablo Berger • Director

"Creo en un cine que no excluya al espectador"

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- Tras la apoteosis de Blancanieves, Pablo Berger se arriesga hasta el límite con su nuevo film, Abracadabra, comedia collage que protagoniza, de nuevo, una camaleónica Maribel Verdú

Pablo Berger  • Director
(© Lorenzo Pascasio)

Pablo Berger (Bilbao, 1963) estrena su tercera película –la delirante, fantasiosa y costumbrista Abracadabra [+lee también:
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- tras dos maravillas como Torremolinos 73 [+lee también:
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, que obtuvo diez premios Goya en 2013, incluído el de mejor actriz para Maribel Verdú, que repite papel estelar con este inquieto cineasta. 

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Cineuropa: ¿Es Abracadabra tu película más extrema?
Pablo Berger: Todas las mías lo son, desde mi cortometraje Mama. Me planteo cada proyecto como si fuera mi último film: intento poner toda la carne en el asador y mis obsesiones. Desde el punto de arranque, para mí el teclado es una especie de ouija y me dejo llevar, vertiendo mis demonios e imágenes de forma desordenada y caótica: eso hace que mis films caminen fuera de la senda habitual. Por otro lado, partiendo de ese comienzo excéntrico, lo que me interesa es el cuento, por eso les doy a mis films la forma de fábula y Abracadabra es una, moderna. 

Sí, pero has saltado de una película muda, en blanco en negro, como Blancanieves a ésta, saturada de color, extremosa en el humor y disparatada en su concepto global, de ahí mi sorpresa.
Creo que mis proyectos son todos hermanos y al ser extremos quizás me haya costado ponerlos en pie, pero afortunadamente con Abracadabra el éxito de las anteriores ha servido para que los productores hayan creído en esta locura. No me planteo ser un director de culto ni hacer algo a contracorriente, por provocación, sino todo lo contrario; mi cine es abierto, cuenta cosas y, como si fuese una lasaña, cada espectador puede escoger diferentes capas: desde el cinéfilo hasta el ama de casa pueden pasar un buen rato. Creo en el cine que no excluya al espectador. 

En eso coincides con tu paisano Álex de la Iglesia, que combina el entretenimiento con el sello autoral.
Álex y yo somos como siameses separados al nacer: nos conocimos en Bilbao, en el colegio, con 18 años y jugamos con las mismas referencias. Él es la acción y yo la reflexión: admiro su cine y me interesa mucho.

Maribel Verdú repite contigo tras Blancanieves: ¿se le puede colgar ya la etiqueta de musa tuya?
Maribel es, sobre todo, amiga y cómplice: nos une una manera común de enfrentarnos al cine, nos gusta divertirnos y sorprender. Ella, que lleva en la actuación desde los doce años, con una filmografía extensísisma, cada vez que llega al set quiere pasarlo bien y enfrentarse a retos. Cuando le entregué el guión de Abracadabra, lo leyó enseguida y me dijo que se estaba en mis manos: pongamonos a jugar y hagamos esta locura, me dijo. Esa complicidad y confianza plena hacen que nos tiremos por cualquier precipicio. Maribel es una actriz de raza: se mueve perfectamente desde el drama a la comedia. Y me gusta que sus ojos sean su forma de expresarse: en mis films no hay grandes diálogos y me encanta su reacción ante todo. 

Ella es un poco diva del cine clásico, transmite con su rostro esa expresividad del cine mudo, tipo Gloria Swanson o Lilian Gish.
Sin duda, Maribel es una estrella: si en este momento entrase en aquí, todo el mundo se daría la vuelta a mirarla, pues tiene un aura tal que parece que le sigue un foco. Me ocurrió a mí: la conocí hace diez años y cuando se abrió la puerta se paró el tiempo, se acercaba, me sonreía y fue como un flechazo, que seguimos manteniendo. Posee algo que no se puede explicar y la cámara lo capta.


En Abracadabra aparece Madrid retratado por un vasco...
Siempre soñé con hacer una película con Madrid como uno de sus protagonistas: Abracadabra es una carta de amor a esta ciudad, tan diferente de Bilbao, que me fascina: es una capital anclada en el pasado, pero que mira hacia adelante, donde conviven, en Malasaña, el bocadillo de calamares con el cupcake o, en el barrio de Tetuán, los rascacielos con las vecinas en bata y zapatillas... lo inesperado aquí puede ocurrir. Esta ciudad siempre me sugiere historias: la amo y la odio. De ahí nace ese Madrid de mi película: no es realista ni documental, sino estilizado, pasado por mi filtro.

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