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LANZAROTE 2023

Tana Gilbert • Directora de Malqueridas

“Confiamos mucho en estas imágenes, sabíamos que teníamos un tesoro que había que resguardar”

por 

- Hablamos con la directora chilena sobre su debut cinematográfico, un relato cargado de humanidad y respeto sobre las mujeres que viven su maternidad desde la cárcel

Tana Gilbert  • Directora de Malqueridas
(© Bruto/Muestra de Cine de Lanzarote)

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, el primer largometraje de Tana Gilbert, es un documental chileno coproducido por Alemania que, tras recibir el máximo reconocimiento en la Semana Internacional de la Crítica del pasado Festival de Venecia, estuvo presente en la 13.ª edición de la Muestra de Cine de Lanzarote, donde la película volvió a ser reconocida como la mejor de la sección oficial. Cineuropa tuvo la oportunidad de hablar con Gilbert sobre esta historia, que retrata desde el máximo respeto una realidad dolorosa e injusta.

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Cineuropa: ¿Qué te llevó a interesarte por la vida en la cárcel?
Tana Gilbert:
Una de las mujeres que me crió tuvo a su nieto en la cárcel mientras yo estaba en la universidad. Yo tenía que hacer un cortometraje documental y empecé a observar cómo iba todos los sábados a ver su nieto. Esa fue una primera conexión, luego mientras hacía Malqueridas me enteré de que mi papá también había estado en la cárcel. Siempre me interesaron estas relaciones de cuidado entre la madre, o la figura que cuida, que en Chile es generalmente la madre, y estas personas que reciben ese cuidado. Hice ese primer cortometraje en la escuela y después cuando salí de la universidad hice Sigo acá, que también tiene que ver con eso pero a través de los problemas de salud mental. Mi abuela tiene alzheimer desde hace diez años y mi tío tiene esquizofrenia diagnosticada desde los 18 años. Desde que mi tío tiene 18 años mi abuela ha estado siempre cuidándolo, y ahora que mi abuela tiene alzheimer es mi tío quien la cuida.

¿Cómo entraste en contacto con las mujeres que protagonizan tu película?
Todo parte de una imagen que me encuentro de un hombre privado de libertad en Guatemala, que aparece en un diario de Chile. Eso me produce curiosidad y empiezo a investigar a través de Facebook. Ahí mi algoritmo se rompe y empiezo a ver a distintos hombres en cárceles de Guatemala. Poco a poco fui pasando a otros países hasta que llegué a mujeres privadas de libertad en Chile. El tema de la cárcel estaba en tela de juicio en Chile justo en ese momento. Surge la figura de la madre Nelly, capellana de la cárcel de San Joaquín, que es la cárcel más grande de mujeres en Santiago. Ella es la vocera de los problemas de clase que hay en Chile con respecto a las cárceles. Así comienza el proyecto y es cuando decido hacer la película junto a Paula Castillo, que es mi productora y además mi maestra.

La película cuenta una historia que es un compendio de las historias de unas veinte mujeres, ¿cuál es el proceso para crear esa historia concreta?
Tuvimos una etapa de muchas conversaciones con más de veinte mujeres. Con Alejandra Díaz, una de las investigadoras de la película, tuvimos conversaciones muy profundas con ellas. Después las transcribimos y las analizamos para empezar a escribir esa historia sobre el viaje de la maternidad dentro de la cárcel. Marcamos los hitos comunes en todas las historias, que eran muchos. Ahí nos dimos cuenta de que a muchas se les habían muerto los hijos y por eso decidimos centrarnos en esa experiencia.

La película se construye con imágenes tomadas por las propias presas con sus teléfonos en la cárcel, cuyo uso está prohibido. ¿Cómo fue el proceso de recolección y selección de esas imágenes?
Una locura. Conseguimos más de 4.000 fotos y cerca de 2.000 vídeos. Con Javi Veloso, la editora de la película, hicimos un proceso de categorizar las imágenes, creando las escenas y las secuencias de las películas. Siempre pensando en la historia que estábamos contando y tratando de dislocar lo que estamos contando a través de las imágenes y lo que estamos contando a través de la voz.

La maternidad en la cárcel es central en la película. ¿Cómo fue emocionalmente para ti y para las mujeres protagonistas tratar un tema tan delicado en circunstancias tan duras?
Fue muy fuerte para mí, pero también muy transformador. Malqueridas marcó mi posición política con respecto al cine. Por más que yo haya pasado por experiencias como adolescente y que mi vida haya cambiado completamente, hay una cuestión de clase marcada por dónde naciste, que determina tu crecimiento. Es algo medio predeterminado por la sociedad, por el Estado, por el capitalismo y por muchos factores.

En la pantalla vemos las imágenes en formato vertical, como a través de un teléfono móvil, algo a priori no muy cinematográfico. ¿No te asustó descolocar al espectador con esta propuesta?
Nunca pensé eso. Sí le dimos muchas vueltas a la forma de representar la historia, pero pensando más en cómo relacionar a los niños que están fuera con sus madres encarceladas, y mucho menos en el espectador. Observamos un montón, estuvimos muy cerca de los hijos de Karina, que es la narradora de la película. Esto sirvió para reforzar el vínculo, hemos creado relaciones muy profundas. Desde el principio confiamos mucho en estas imágenes, sabíamos que teníamos un tesoro que había que resguardar para hacerlo perdurar en el tiempo.

Malqueridas ofrece una visión respetuosa de las vidas de las personas encarceladas, opuesta a la que muchas veces ofrecen el cine comercial y los medios de comunicación. ¿Qué posición ocupa la película frente a esos otros relatos tan omnipresentes?
Siento que cada vez se están extremando más las posiciones políticas, sobre todo desde los neofascismos. Y me preocupa cuál es la posición del cine aquí, yo creo que tenemos que resistir. Por más que no vayamos a cambiar algo muy grande a nivel de políticas públicas, creo que hay que resistir. Existe una pulsión por tratar estos temas, hablar con grupos que han sido marginados históricamente por nuestras sociedades. Tiene mucho sentido hacerlo y lo ves cuando muestras la película en espacios como este festival y aparecen puntos de vista distintos, a mí me gusta muchísimo que pase eso. Se genera un diálogo que a veces puede ser incómodo, pero que también es fructífero.

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