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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Celda 211

por 

- Un guión inteligente y un reparto sólido son los dos pilares de esta película de Daniel Monzón, el gran éxito español de 2009

Desde su ovacionado estreno mundial en septiembre de 2009 en las Jornadas de los Autores de Venecia, Celda 211 [+lee también:
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, de Daniel Monzón, tenía el éxito entre ceja y ceja. Fue una de las películas españolas con mayor recaudación de 2009 y arrasó en la ceremonia de los premios Goya en febrero (leer más), donde se llevó ocho “cabezones”, imponiéndose en categorías como mejor película, director, actor principal y actor revelación.

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A pesar de que su planteamiento no es ni mucho menos nuevo, la fuerza de este drama carcelario, cuya narración sigue los patrones clásicos, reside en un sólido guión y en un potente reparto, liderado por Luis Tosar (Los lunes al sol [+lee también:
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) y el debutante Alberto Ammann, argentino de nacimiento aunque residente en Madrid. Tosar transformó su cuerpo y su voz para encarnar al preso Malamadre, mientras que Ammann interpreta excepcionalmente al funcionario de prisiones Juan, que se incorpora a su nuevo puesto el mismo día que estalla en motín en la cárcel.

Celda 211 tiene lugar a lo largo de 30 intensas horas, en las cuales Juan se da cuenta de que los buenos y los malos no son necesariamente quién pensaba. Atrapado en la cárcel junto a los amotinados, fingirá ser uno de ellos y dependerá de su propia inteligencia para sobrevivir, acercándose cada vez más a los prisioneros, cuyas exigencias son simplemente unas mejores condiciones de vida.

Las negociaciones proceden sin problemas hasta que los prisioneros toman como rehenes a tres etarras. A partir de ese momento, los administradores de la prisión quedan en manos de unos políticos que no saben bien cómo gestionar una crisis que ha provocado más motines y protestas en el País Vasco.

La historia corrobora el refrán que dice “trata a la gente como animales y se convertirán en animales”. Además, Monzón va más allá y denuncia las jerarquías sociales, en las cuales los que están arriba esperan órdenes de sus superiores antes de actuar, incluso cuando una parálisis de este tipo puede provocar una masacre. Y cómo los “guardianes” pueden ser los más salvajes, quizás los primeros en perder la humanidad en ese círculo vicioso que es el sistema penitenciario.

A pesar de todo, la violencia no es gratuita. Más bien al contrario, es bastante puntual y limpia, teniendo en cuenta el contexto. Monzón se dedica a alimentar la tensión de la narración y de las relaciones entre los personajes - ¿irrumpirá la policía por la fuerza en la cárcel? ¿descubrirán quién es realmente Juan? Así, el público termina por entender y encariñarse con los personajes, sobre todo con Malamadre.

Tosar dota al líder de la revuelta de una gran profundidad y sensibilidad y los espectadores se sienten atraídos por este anti-héroe tanto como por Juan, unidos por un código de honor y lealtad. Carlos Bardem destaca por méritos propios en el papel del “Colombiano”, que nutre sospechas hacia Juan desde el momento en que usurpa su posición de mano derecha de Malamadre.

Una trágica trama paralela. protagonizada por la mujer embarazada de Juan (Marta Etura) y el alcaide de la prisión (Antonio Resines), puede parecer algo forzada, pero resulta esencial para desencadenar las acciones de Juan y su fatal destino.

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