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CANNES 2011 Un Certain Regard / Francia / Sudáfrica

Secretos, deseos, mentiras y Beauté

por 

El sudafricano Oliver Hermanus ha tenido un debut brillante en la Croisette con Beauty [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
(Skoonheid), una dura película sobre la homosexualidad. La cinta es una producción delegada de la francesa Equation. El joven director, que se dio a conocer en Locarno en 2009 con Shirley Adams, ha presentado hoy en la selección Un Certain Regard del 64° Festival de Cannes una obra muy sutil en el desarrollo de su intriga principal donde se intercalan otros relatos, con una impresionante puesta en escena que promete a su autor, sin lugar a dudas, un futuro en las selecciones de mayor prestigio del certamen.

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La historia gira en torno a François van Herdeen (un bravo Deon Lotz sobre cuyos hombros reside todo el peso de la narración), jefe de una empresa, casado y padre de dos hijas jóvenes, una de las cuales se casa al principio de la película. François lleva una vida ordenada, pero el espectador descubre rápidamente su gran secreto: frecuenta un club de hombres como él, blancos, viriles y homosexuales (“nada de maricas ni mestizos”) para satisfacer con ellos sus instintos en una vía de escape relativamente bestial (porno en televisión, felaciones y penetraciones los unos junto a los otros) sobre la cual el director tiene el buen gusto de no detenerse. François lleva una vida conyugal tradicional en la que se pasa por alto el hecho de que su mujer y él no tienen ningún contacto sexual; pero posee otro secreto que se convertirá en una obsesión: se siente atraído por su sobrino, el guapo y ambiguo Christian (Charlie Keegan). El joven estudiante vive lejos, en El Cabo, y parece interesarse más por la hija menor de François, quien va a inventar todo tipo de estratagemas para acercarse a su objetivo. Pero nada se desarrollará como previsto…

La gran calidad del guión, obra de Oliver Hermanus junto a su productor francés Didier Costet, guarda algunas sorpresas y un aumento de tensión de la pasión, propicia a todos los deslices. La intriga juega también a las mil maravillas con la incertidumbre de lo que saben o no los principales protagonistas: ¿pasó algo entre Francois y Christian? ¿Qué sabe o adivina Christian sobre la secreta identidad sexual de su tío? ¿Y hasta qué punto la mujer de Christian desconoce los oscuros secretos de su marido y el origen de su estrés? (sabemos desde el principio que él no debe beber en absoluto).

Beauty lleva el suspense hasta un sorprendente y brutal punto culminante y esboza el retrato de un hombre que sufre en su interior y que la cámara, desde la primera hasta la última secuencia, no dejará libre. El enorme peso de una existencia controlada por la mentira induce a una violenta presión psicológica y física que debe encontrar explosivos desahogos, como una metáfora de la sociedad sudafricana. El protagonista, que espía como a una presa al objeto de su deseo y elimina todos los obstáculos para alcanzar su objetivo, es también la primera víctima de sus sentimientos amorosos, en la atracción irresistible que ejerce sobre él la juventud y la belleza.

Rodada magistralmente en magníficos planos fijos, Beauty revela, entre muchas otras cualidades cinematográficas, un cuidadísimo arte de la sugerencia visual o mediante diálogos que a menudo tienen doble sentido y anticipan la acción. La película oculta muy pocos detalles sórdidos y habría merecido, quizás, un lugar en la competición oficial de este Festival de Cannes, pero su éxito en la sección Un Certain Regard augura días felices para su director.

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(Traducción del francés)

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