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BERLINALE 2012 Competición / Grecia-Alemania

Monolito Meteora

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, de Spiros Stathoulopoulos, presentada en competición en la 62ª Berlinale, habría podido ser un cuadro litúrgico soberbio, con sus dos monasterios encaramados en monolitos de Tesalia y enfrentados como dos campanarios, con sus fabulosos rayos de luz (la fotografía es del propio director), con sus formas negras que no pertenecen a ninguna época determinada y se mueven con compunción al sempiterno compás de sus ritos religiosos, con sus cabras en lo alto de las colinas y su viejo ermitaño retirado en el interior de una gruta. La calidad pictórica de la película se refuerza con imágenes parcialmente animadas que parecen agrietados frescos religiosos de carácter naíf ante los que pasan las nubes y las olas de papel maché.

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Stathoulopoulos, sin embargo, ha rodado Meteora con la intención de ilustrar la tensión de los hombres a caballo entre lo divino y lo secular, entre la espiritualidad y los placeres y deseos terrenales. Para ello, cuenta la historia de amor de un sacerdote católico ortodoxo Theodoros (Theo Alexander), y de una monja, Urania (la rusa Tamila Koulieva), a quienes separa el abismo entre ambas masas rocosas y las exigencias de su fe. El resultado es una película de diálogos parsimoniosos que se dirige claramente a los cinéfilos ortodoxos, o por lo menos al público que guste de escuchar durante largo rato el canto de las cigarras mientras contempla paisajes incendiados por el sol u oir a los viejos paisanos tesalienses tocar el flautín en los olivares.

El corazón de una obra lo constituye una historia de amor prohibida que habría ganado enteros si robase algo de espacio a los paisajes y los ritos: la secuencia del picnic, que contiene la mayor proporción de diálogos de toda la película, es fascinante. En ella Theodoros y Urania bromean repitiendo la palabra “desesperación” en sus respectivas lenguas antes de que el monje haga intentos de forzar un acto que la mujer que habita en Urania no rechaza del todo. Cabe citar asimismo la hermosa escena en la que se comunican a distancia dirigiendo espejos al sol: es innegable que esta vista de una luz cegadora emitida por el amor, en la cima de estas impresionantes montañas, justifica cine de este tipo.

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(Traducción del francés)

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