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SEVILLA 2016

La película de nuestra vida: las horas del verano

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- La ópera prima de Enrique Baró Ubach es un ejercicio de nostalgia recargado de cinefilia y espíritu lúdico estival, que se ha presentado en la sección Las Nuevas Olas de Sevilla

La película de nuestra vida: las horas del verano

Muchos cinéfilos lo hemos hecho de niños: después de disfrutar intensamente, como sólo se hace en la infancia, de la contemplación de una película, hemos recreado con los amigos, en cualquier momento y lugar, las aventuras de Tarzán, del lejano Oeste o de una de piratas. El cine poseyéndonos desde que somos almas cándidas y nosotros encontrando en ese paraíso artificial la vía de escape más maravillosa que podíamos imaginar. Los protagonistas de La película de nuestra vida [+lee también:
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entrevista: Enrique Baró
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, tres hombres de generaciones sucesivas, no sólo juegan a las películas (recreando momentos de Platoon o de spaguetis de Sergio Leone), sino también a enumerar nombres de actores de todas las épocas, demostrando que el cine es eterno. Esto tiene lugar en la ópera prima de Enrique Baró Ubach, barcelonés de 40 años, que ha venido a la sección Las nuevas olas del Festival de Cine Europeo de Sevilla a presentarla mundialmente.

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Porque La película de nuestra vida, como deja patente su director desde los créditos del film, se empezó a rodar en 1953: de ese año son muchas de las imágenes de films familiares que van sirviendo de esquema narrativo de la que nos ocupa, construida desde el presente añorando y recreando en una casa de vacaciones familiar, situaciones y momentos del pasado. El propio Baró aparece en escena brevemente, manipulando material ilustrativo, sumergido en la piscina o al final del film, cerrando la función, como con un telón teatral, y recogiendo los restos de la fiesta que acaba de transcurrir ante nuestros ojos.

Pues el tipo de nostalgia que esgrime este film (que no disimula la admirada influencia de Las horas del verano [+lee también:
tráiler
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, de Olivier Assayas) es sobre todo alegre. No hay aquí ñoña añoranza, sino el anhelo de atrapar el tiempo, inmortalizar el dolce far niente del verano y evocar los fantasmas que quedaron inmortalizados en fotografías captadas por las primeras cámaras que tuvo la familia, una pasión por las imágenes y sus representaciones que ha ido pasando de generación en generación.

A los tres niños grandes de esta saga dan vida Teodoro Baró Rey (el abuelo, encarnado por el mismísimo padre del director), Francesc Garrido (a quien vimos no hace tanto en La adopción [+lee también:
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entrevista: Daniela Fejerman
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) y el joven Nao Albert Roig. Les acompañan, compartiendo pantalla, además de todos los antepasados que aparecen en las viejas filmaciones, los invitados al guateque-karaoke que cierra el film, un especialista que “muere” estupendamente cuando juegan a las películas y tres bailarinas/sirenas/musas que recrean los instantes del pasado inmortalizados en viejas fotos y que son el contrapunto femenino a los hombres de la familia.

La película de nuestra vida (cuyas ventas gestiona All I Need is Money) nos termina inoculando ese sentido juguetón que la recorre: mientras sus actores disfrutan como críos del ping-pong, de juegos de mesa y de chapuzones en la piscina, o recuperan de polvorientas cajas revistas de cine, un álbum de cromos o libros de Los cinco, es imposible no sentir una profunda y placentera empatía... a no ser que nunca se haya jugado a las películas.

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