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MÁLAGA 2017

Selfie: en un mundo memo y feliz

por 

- Víctor García León abofetea, con mucho humor, a la sociedad española enquistada en el enfrentamiento al darle el protagonismo de este falso documental a un “pijo” de manual

Selfie: en un mundo memo y feliz
Santiago Alverú en Selfie

Alguien dijo una vez que si una comedia arranca más de tres carcajadas, ya es un éxito. Selfie [+lee también:
tráiler
entrevista: Víctor García León
ficha de la película
]
, tercer largometraje de Víctor García León, lo logra de sobra en su primera media hora, absolutamente sorprendente. La idea de partida es brillante: seguir los pasos de un veinteañero, hijo de un político detenido por delitos varios, que, de golpe, se ve expulsado de su cosmos de lujo y caprichos y ha de vivir experiencias, cual Alicio en el país de las desgracias, que jamás hubiera imaginado. El resultado, irregular pero interesante, abrió la Sección Oficial a Concurso del 20 Festival de Málaga – Cine en español, y los entusiasmos y -algunas- críticas no han parado de caerle desde entonces.

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En 2004, Juan Cavestany y Enrique López Lavigne (fundador de la productora Apache Films, que entró en el apoyo de Selfie tras ver uno de sus primeros montajes) dirigieron una comedia que con el tiempo se convirtió en film de culto: El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo, protagonizada por Santiago Segura y Javier Gutiérrez, o la crónica de los sueños y desengaños de dos “pijos” madrileños. Desde entonces, aunque la clase acomodada más o menos asoma sus peinadas cabezas por el cine español, pocas veces éste fija la atención argumental en sus retoños... hasta que Víctor García León ha decidido que sea un hijo de la aristocracia contemporánea el vehículo óptimo para reírnos de él, con él y, de rebote, de todos nosotros, integrantes de una sociedad tan absurda como conformista y descerebrada.

Selfie, ya lo dice el título, es un autorretrato: de Bosco, el personaje central (encarnado con tremenda verdad, tanto en atuendo como en vocabulario, por Santiago Alverú, actor perteneciente a la imperecedera tribu urbana de los “niños pera”), y del fondo que también registra la cámara: la España dividida entre ricos y “perroflautas”, derechona rancia y podemitas ilusos, que viven en estratos lejanos y por siempre irreconciliables. El acierto del director de Vete de mí ha sido sacar a uno de ellos de su “urba” (-nización) de confort y trasplantarlo en territorio hostil: el barrio madrileño de Lavapiés.

¿Y qué provoca en el naíf y mimado Bosco ese viaje de exploración de otro continente? Pues lo mismo que si fuera al África profunda: sorpresa, estupor, confusión, asco, algo de miedo y sobrado desconcierto. Lo mismo que siente más de un votante de Podemos si se da una vuelta por el barrio de Salamanca. Y García León nos lo narra con un entusiasmo demoledor y ácido, echando mano de ese esperpento -ya patrimonio nacional- que cada mañana anega periódicos, redes e informativos.

Lo paradójico de Bosco, y de la España que refleja, es que se siente feliz aunque viva enfangado en la idiotez. Por eso, empezamos viendo Selfie riéndonos, pero acabamos contemplando el film sintiendo algo parecido a la amargura, con la sonrisa petrificada tras contemplar cómo un país -que prefiere no ver- continúa ofreciendo sus abrazos a sus extremistas, como una madre que acepta igual al hijo listo y al tonto, -intercambiables- para poder seguir (mal)viviendo.

Selfie es una producción de II Acto, Gonita y Apache Films.

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