09/06/2017 - Alexandra Bălteanu explora el abuso y el prejuicio en su drama social, exhibido en el Transilvania IFF

Después de su debut internacional en la competición de Nuevos Directores en el Festival de San Sebastián  del año pasado, la cinta de la directora alamana, nacida en Rumanía, Alexandra Bălteanu, Prowl [+lee también:
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ficha de la película], se exhibió fuera de competición en la sección Romanian Days  del Festival de Cine International de Transilvania (2-11 junio, Cluj-Napoca). Es un film ultra fresco e intrigante que se centra en tres prostitutas que se conocen debajo de un puente en las inmediaciones de Bucarest.

En el cine rumano reciente las prostitutas se suelen presentar como meros elementos decorativos y exóticos (con algunas excepciones como Fixeur [+lee también:
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entrevista: Adrian Sitaru |
entrevista: Tudor Aaron Istodor
ficha de la película] de Adrian Sitaru, también exhibida en el TIFF 2017). En Prowl, las meretrices se muestran sin ningún tipo de prejuicio. Bălteanu no comenta nada con respecto a su ocupación y las ve tal y como son: personas que se enfrentan a retos y que albergan deseos, personas que tienen sueños y preocupaciones mundanas. Este enfoque fresco, sincero y objetivo, junto con unas actuaciones limpias y comedidas, hacen que Prowl parezca un documental.

Lo que es verdaderamente impresionante es que Prowl no trata de “humanizar” a sus protagonistas: el planteamiento no es “ellas también son personas”. Es fácil utilizar emociones o artificios impactantes para crear empatía, pero Bălteanu toma un camino más limpio e impresionante, elimina todos los aspectos coloridos al seguir a las protagonistas durante un día ajetreado.

Bălteanu construye un convincente mundo alrededor de las tres prostitutas, mostrando, por ejemplo, a Lidia (Corina Moise, de Double [+lee también:
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ficha de la película]) en su casa, cocinando para su familia. En una fría mañana, ella y su mejor amiga Denisa (Iulia Lumânare) van a trabajar, y dado el rechazo de Bălteanu a mostrar cualquier elemento exhibicionista, podrían trabajar en cualquier lugar. Para los espectadores es una sorpresa ver como Lidia, Denisa y su amiga y competidora Vanesa (Iulia Ciochină) ofrecen sexo oral por diez euros debajo de un puente muy transitado.

Y éste es el punto fuerte de la película: al haber una gran diferencia entre cómo las prostitutas se muestran a los espectadores y cómo los espectadores están acostumbrados a verlas, el efecto es sorprendentemente fuerte y liberador, haciendo de Prowl una de las películas feministas más eficientes del cine rumano. La preocupación de las protagonistas, que se muestra en la película, sobre la manera en que son vistas, es otro método eficaz para evitar las etiquetas. 

En el contexto del cine regional, Prowl es un buen ejemplo de la moda actual: cineastas nacidas en Rumanía que hacen películas en otros países, pero que vuelven a su país con un nuevo enfoque, en busca de historias interesantes. Aunque sean diferentes, Prowl de Bălteanu, That Trip We Took with Dad [+lee también:
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entrevista: Anca Miruna Lazarescu
ficha de la película] de Anca Miruna Lăzărescu y The Miracle of Tekir [+lee también:
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ficha de la película] de Ruxandra Zenide, sobrepasan los cómodos límitesde la nueva ola rumana y ofrecen nuevos puntos de vista de historias típicas del país.

Producida por Deutsche Film & Fernsehakademie Berlin (dffb) con la ayuda de Universidad de Cine Y Teatro de Bucarest (UNATC), Prowl es un ejemplo de otra moda interesante: cintas hechas por los estudiantes de la dffb en su país natal (otro ejemplo es la película de Eliza Petkova, seleccionada en la Berlinale, Zhaleika [+lee también:
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ficha de la película]), que sirve de ejemplo para mostrar cómo funciona el cine europeo.

(Traducción del inglés)