09/10/2017 - Con su película, Alexandra Wesolowski nos presenta a su familia polaca con un tono que destila incomprensión y amargura

La competición de la sección dedicada al cine suizo, alemán y austriaco del Zurich Film Festival acogió la presentación de Impreza – Das Fest. El primer documental de la directora polaca afincada en Alemania Alexandra Wesolowski (miembro del comité de directores de First Class Asylum junto con Niklas J. Hoffmann y Nina Wesemann) nos enfrenta con el núcleo duro de una sociedad extremadamente hermética dispuesta a (casi) todo con tal de proteger la propia identidad (signifique esto lo que signifique).

El caso presentado por Alexandra Wesolowski en su Impreza – Das Fest, no tiene, sin embargo, nada de anecdótico. Al contrario: los dogmas que pone en evidencia son tristemente aplicables a muchas otras áreas territoriales que se cierran en banda a la defensiva.

El punto de partida (o el pretexto) de su reflexión son los preparativos de la fiesta que conmemorará las bodas de oro de sus tíos Danuta y Maciej, habitantes de Varsovia. Lo que, en general, le interesa de verdad son las dinámicas fundamentales de una armonía familiar con tintes despóticos.

Como Christian en Celebración o el miserioso visitante de Teorema, de Pasolini, la directora se transforma en el detonador de un discurso completamente conservador que fluctúa en la familia como un atractivo veneno. Europa, la cuestión del aborto o de la cerrazón de Polonia frente a la inmigración son temas “sensibles” que no hacen sino alejar cada vez más a la directora de una lógica familiar que podríamos definir como sectaria.

Las discusiones infinitas oponen dos mentalidades irremediablemente inconciliables, filmadas de modo discreto: desde el umbral de una puerta entreabierta, mientras los interesados están demasiado ocupados en descargar su violenta verborrea para ocuparse de ella, se encuentran con el decoro acolchado y reconfortante de la casa burguesa de Danuta y Maciej.

El espectador, hundido en una atmósfera visualmente amable, de tonos pastel y palabras (las que se admiten) susurradas, se deja arrullar y enredar antes de verse brutalmente despertado por las intervenciones de la directora, que lo llevan a centrarse en el peligro que se anida dentro del sueño familiar.

Si las discusiones sin fin se transforman en un ruido ensordecedor que desprovee las palabras progresivamente de significado, son los planos cercanos sobre los objetos silenciosos los que amueblan la casa de los tíos y los que se estrellan contra los rostros impasibles y rubios de las primas de Alexandra (que nos recuerdan a las hermanas Lisbon de Las vírgenes suicidas) los que nos dan más indicios sobre la situación presente. Las primas, muñecas de porcelana minuciosamente programadas para perpetrar una tradición bien engrasada que no deja espacio a los sentimientos, aceptan, tal vez a su pesar, el papel de testigos silenciosos que se les ha atribuido, aprovechándose así de una situación en definitiva cómoda.

La posición la han adoptado muchos: unilateral y severa, rechazando el dirigir la mirada hacia ese mundo periférico e irritante que proyecta sobre su bienestar sombras inquietantes. Es justamente en este sentido como el interés de la directora por los detalles, por lo que normalmente aparece fuera de campo (una foto de familia, un animal de porcelana, el polvo que fluctúa ligero a contraluz…), se llena de significado: un arma discreta pero potente que dirigir contra la derecha conservadora.

Impreza – Das Fest golpea con tanta discreción como resolución. Una bella lección de elegancia. La cinta es una producción de Dreifilm y Hochscule für Fernsehen und Film (HFF) München.

(Traducción del italiano)