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BERLINALE 2018 Competición

Crítica: 3 Days in Quiberon

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- BERLÍN 2018: El cuarto largometraje de Emily Atef repasa la última entrevista de Romy Schneider en un intento de arrojar luz sobre la relación entre la persona y el mito

Crítica: 3 Days in Quiberon
Charly Hübner y Marie Bäumer en 3 Days in Quiberon

En 1981, la famosísima actriz alemana Romy Schneider pasó unos días en un spa de lujo en Bretaña con la intención de depurar su cuerpo y su cabeza, de los que tanto y tan conocidamente abusó a lo largo de su vida (pública). Allí concedió su última entrevista, a la revista alemana Stern, y este es el breve periodo en la vida de la gran estrella que emplea la directora germano-franco-iraní Emily Atef (Mátame [+lee también:
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) como base de su nuevo trabajo: 3 Days in Quiberon [+lee también:
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, estrenado a escala mundial en la competición de la 68ª Berlinale.

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La cinta, en blanco y negro, arranca con la visita a Romy de su amiga de la infancia Hilde (Birgit Minichmayr). Entra en la habitación del hotel y encuentra a Romy, encarnada por Marie Bäumer, recién despierta de una siesta incómoda. La dieta estricta a la que se está sometiendo causa estragos en su biorritmo. Hilde quiere protegerla, ante todo de sí misma. Cuando oye que Stern viene de camino para entrevistarla, interpreta aquello con un nuevo peligro y empieza a rajar contra los "chupasangres" antes incluso de que lleguen. 

Romy, sin embargo, dice que le gusta Robert Lebeck (Charly Hübner), un famoso fotógrafo de aquella época, que viene para sacarle unas fotos, y que por eso accedió a dar una entrevista con el editor de la sección de entretenimiento de Stern, Michael Jürgs (Robert Gwisdek). Además, quiere deshacerse de esa imagen que tiene en Alemania. Aunque se ha labrado una respetada carrera cinematográfica en Francia, habiendo trabajado a las órdenes de tipos como Orson Welles, para los alemanes ella sigue siendo la dulce Sissi, la joven emperatriz Isabel de Austria, a quien encarnó en la popular trilogía de los años 50. Este papel contrasta poderosamente con su tumultuosa vida privada, en la que Romy encadena los escándalos que copan las portadas de las revistas del corazón.

Jürgs empieza la entrevista con fuerza, con preguntas personales que Romy sortea con valentía y destreza. Ella explica que "no huyó a Francia" sino que "quería vivir", hasta que el ambiente vira hacia lo hedonista y los cuatro deciden salir un rato por la ciudad. Encuentran un restaurante junto a una playa, donde transcurre una fiesta privada, a la que, sin embargo, por supuesto, los cuatro colegas serán bienvenidos. El champán empieza a fluir y la entrevista con Romy se hace cada vez más personal y emotiva. 

3 Days in Quiberon no es un biopic en el sentido literal del término pero, sin duda, da la impresión de moverse en esas aguas. La manera en que Romy aparece representada encaja con todos los prejuicios y las ideas que el público pudiera tener sobre ella. Impulsiva, encantadora y desacomplejada, quiere vivir la vida a tope tanto como volver a conectar con su hijo, perdido, y su marido, muerto por suicidio, lo que da a entender que Schneider atravesaba en Quiberon un momento tan caótico como cabía esperar. A pesar de las delicadas interpretaciones del elenco, incluido un episodio encantador con Denis Lavant como poeta callejero, lo único que distingue la película de toda la gama de biografías a lo Channel es la elegante fotografía en blanco y negro y los meticulosos encuadres de Thomas Kiennast.

3 Days in Quiberon es una coproducción entre las alemanas Rohfilm Factory y Departures Film, la austriaca Dor Filmproduktionsgesellschaft y las francesas Sophie Dulac Productions y Tita B Productions. Beta Cinema posee sus derechos internacionales.

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(Traducción del inglés)

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