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CANNES 2018 Un Certain Regard

Crítica: Chuva é cantoria na aldeia dos mortos

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- CANNES 2018: João Salaviza coproduce con Renée Nader Messora una cinta sobre los indígenas de Brasil con una gran poesía visual y etnográfica, además de una dramaturgia impecable

Crítica: Chuva é cantoria na aldeia dos mortos
Henrique Ihjãc Krahô en Chuva é cantoria na aldeia dos mortos

Para sumergirnos en el día a día de una comunidad indígena del norte de Brasil y dirigir Chuva é cantoria na aldeia dos mortos [+lee también:
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, su segundo largometraje, presentado en el Festival de Cannes en la sección Un Certain Regard, el portugués João Salaviza se asoció junto a su asistente en su primera obra (la ficción Montanha [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: João Salaviza
ficha de la película
]
), Renée Nader Messora. Esta es también la directora de fotografía y esta colaboración contribuye en absoluto a la increíble poesía visual de la película, que empieza y acaba cerca de una cascada mágica, escondida en el corazón de un bosque oscuro y majestuoso. Esta perfecta circularidad casa a la perfección con la temática cíclica en torno a la que gira la película, ya que da una idea de la calidad no solo de su poesía, sino de su poética: su dramaturgia está tan bien llevada que pensaríamos que es una película. 

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El personaje al que nos unimos desde el principio es Ihjãc, un indio krahô que vive con su mujer y su bebé en una pequeña aldea, muy cercana a ese bosque. Según nos acercamos al ritual que marca el final del luto y que permite al espíritu de su padre reunirse con los muertos, empieza a oír la voz de este que le invita a entrar al agua. Mientras que su hijo de pocos meses no deja de llorar sin que su madre entienda por qué, Ihjãc, incómodo por esta comunicación con el difunto y por la aprensión de tener que convertirse en chamán (es el que habla con los muertos) vaga ausente a lo largo de toda la película.

Cuando, para escapar de esa presencia que no desaparece, decide irse a la ciudad, esa ausencia esconde otro significado: el contacto que tiene con la sociedad brasileña moderna (según dice, "no entiende a los indios"). Le recuerda a su propia comunidad, que desaparece poco a poco y no se renueva. "Cuando mataron a nuestro pueblo...", rememora el abuelo, que parece el último de una generación, el último en aprender la forma de vivir y de pensar y las tradiciones, de las que vemos aquí los últimos resquicios. Aunque él se preocupa menos que su mujer por la infección de la ciudad moderna (desde el principio, ella se siente mal y no para de volver a la aldea), la ciudad no tarda en rechazar de manera natural a Ihjãc. Le vemos regresar para afrontar su pena y de la de los suyos.

En Chuva é cantoria na aldeia dos mortos, no solo se aprecia una fotografía maravillosa, sino también el hábil montaje y el bonito paisaje sonoro del bosque en el Brasil actual. La producción corre a cargo de Karõ Filmes con las brasileñas Entrefilmes y Material Bruto. Las ventas internacionales van por cuenta de Luxbox.

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(Traducción del francés por Begoña Carrasco González)

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