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NORUEGA Finlandia

Crítica: Let the River Flow

por 

- El cuarto largometraje de Ole Giæver trata las protestas del pueblo sami, y su continuada discriminación a través de elegantes herramientas dramáticas

Crítica: Let the River Flow
Ella Marie Hætta Isaksen (izquierda) en Let the River Flow

Ole Giæver no es un desconocido en el circuito de festivales, ya que sus anteriores películas se han proyectado en la Berlinale y en el TIFF. En cierto modo, su posición como cineasta dedicado a contar historias sobre la condición humana en escenarios noruegos concretos (The Mountain y From the Balcony [+lee también:
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) le proporciona una base sólida para crear un cine más directo y político. Su cuarto largometraje, Let the River Flow [+lee también:
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, ya ha recibido premios en Tromsø —la tierra natal del director— y Gotemburgo, y se dispone ahora a estrenarse en Finlandia (el 5 de mayo) y Suecia, con Mer film como encargada de su distribución. Cabe destacar, a su vez, que la película ya ha sido galardonada con no uno, sino dos premios del público, lo cual constituye una prueba irrefutable de la fuerza inherente a su causa y a su representación histórica.

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Let the River Flow narra hechos reales que tuvieron lugar entre 1979 y 1981 —cuando el director era solo un niño— y que, a día de hoy, se siguen recordando como un capítulo controvertido de la historia contemporánea de Noruega. El llamado "conflicto de Alta" se produjo en el norte del país, que alberga el río salmonero más rico de Noruega (el Alta). Ni que decir tiene que este río constituye también una fuente de sustento para el pueblo indígena, los sami, por lo que la inminente construcción de una presa amenaza con acabar no solo con su bienestar, sino también con sus vidas. Giæver elabora una dramática historia en torno a esta peligrosa situación.

En el verano de 1979, Ester (interpretada por Ella Marie Hætta Isaksen, música y activista sami) regresa a Alta para empezar a trabajar como profesora de Noruego en una escuela primaria. Pronto se ve inmersa en un entorno profesional y social que no solo desconfía de los sami, sino que muestra una hostilidad abierta y evidente hacia ellos —el conflicto lleva tiempo gestándose—. Los constantes comentarios despectivos, burlas implícitas y silencios poco comprensivos la hacen replegarse sobre sí misma y ocultar su etnia a toda costa, hasta que interviene su primo Mihkkal (Gard Emil), un ferviente activista. En el proceso de educar a su prima, Mihkkal también educa al público, y con cada capa de discriminación y racismo que retira, la película hace una declaración aún más audaz, ya que no todo ha quedado enterrado en el pasado.

Aunque el viaje de Ester pueda parecer una especie de sustituto estratégico del viaje del espectador hacia la superación de sus propios prejuicios, Isaksen interpreta satisfactoriamente un papel que implica un cambio radical de actitud. Lo mismo cabe decir de Emil, que pone de manifiesto en varias ocasiones algunos de los aspectos más trágicos inherentes a las luchas del activismo cuando menos lo esperamos. Desde el punto de vista narrativo, la película sigue las protestas contra la construcción de la presa a través de sus distintas etapas, incluida la huelga de hambre ante el parlamento de Oslo, las negociaciones, las campañas de sensibilización y las amplias protestas de los sami.

Lo sorprendente de la viva y empática forma en que el cineasta noruego cuenta esta historia de opresión es su honestidad interpersonal. La película no rehúye las verdades o imágenes duras, ni las representaciones del racismo y los abusos, sino que contrarresta este peso emocional con diálogos equilibrados y sentimentales. Ester y su madre —de la que se distanció en su momento— hablan de la autoestigmatización a la que se sometieron como sami. De hecho, la película es muy crítica con la "norueguización" que se les exigió y que llevó a muchos de ellos a forzarse a sí mismos a pasar por este proceso para ganarse el mínimo respeto. Puede resultar polémico o arriesgado exponer la brutalidad de tal asimilación en el discurso de tu propio país, pero las respuestas a la película son elocuentes. Las luchas de los sami no pasan desapercibidas, pero están lejos de haber terminado, tal y como se advierte en Let the River Flow.

Let the River Flow ha sido producida por la noruega Mer Film en colaboración con la finlandesa Oy Bufo Ab. Beta Cinema posee los derechos internacionales.

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(Traducción del inglés)

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