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SEVILLA 2023

Crítica: Crossing

por 

- La directora neerlandesa Jacqueline van Vugt presenta una sencilla y lograda ópera prima sobre el miedo a la pérdida y la violencia de lo cotidiano

Crítica: Crossing
Marco Cáceres en Crossing

“Acababa de enterarme de la terrible noticia a la que, un día u otro, todo humano tiene que enfrentarse: lo que amas, lo perderás. ‘Lo que te ha sido dado te será arrebatado’”, decía Amélie Nothomb en Metafísica de los tubos. De eso trata precisamente Crossing, el primer largometraje de la directora neerlandesa Jacqueline van Vugt, proyectado en el Festival de Sevilla después de su estreno en el de Varsovia: del miedo a la pérdida, a perder lo que uno ama.

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La película cuenta tres historias que se cruzan durante una travesía en ferry de Marruecos a España: una pareja de neerlandeses en crisis pierde a uno de sus dos hijos en el barco; el capitán de ese mismo barco viaja con su mujer y su hija embarazada para que esta empiece una nueva vida en España lejos del padre del niño, al que su suegro no quiere reconocer; mientras tanto, en territorio español, dos vigilantes recogen los cadáveres que llegan a la costa al tiempo que sus vidas personales se desmoronan. A partir de estos relatos entrelazados, la película habla de ese miedo ineludible a la pérdida, de que vivir implica enfrentarse a ese miedo, del temor a convertirnos en unos extraños para las personas que amamos, de la complejidad de las relaciones sentimentales, del inevitable vínculo entre el amor y el dolor, de la fragilidad humana, de nuestra condición dependiente, de que necesariamente dependemos los unos de los otros, de la necesidad de amar y ser amado, de desear y ser deseado. También del peligro constante que hay en lo cotidiano, de las violencias que nos rodean (especialmente, las procedentes del machismo y del racismo) y de su impunidad, del modo como quedan silenciadas e invisibilizadas en el día a día.

Todo ello se cuenta de forma sencilla, a la manera clásica de las historias cruzadas, alternando cada relato sin artificio ni afán de pretenciosidad. Con sus interpretaciones comedidas y naturales, el reparto que da vida a esos personajes los hace creíbles, les da humanidad, y la metáfora latente del mar como símbolo de la incertidumbre y el peligro constante que nos rodea y del que no es posible escapar también funciona, refuerza el carácter trágico de la película. Pero su mayor logro está en el dominio del ritmo y de la tensión, en cómo Jacqueline van Vugt consigue llevarnos poco a poco, con contención y con el tiempo preciso que cada historia necesita para ser contada, a ese trágico desenlace. En ese manejo de las situaciones es donde la película logra sobresalir, creando momentos que pasan de lo cotidiano e inocuo a esa amenaza y violencia latente en toda la película (con secuencias de importante tensión emocional como en la que se juega con la posibilidad de que uno de los niños de la pareja neerlandesa caiga arrojado por la borda).

Quizá la mayor debilidad de la película procede también de su convencionalidad. Aunque probablemente esta no sea su intención, no hay nada extraordinario en ella, lo que cuenta y cómo se cuenta fácilmente puede recordar a otras películas mil veces vistas, y en conjunto también da la sensación de que le falta fuerza emocional. A pesar de ello, Crossing es una película lograda, que desde la violencia y el terror que hay en lo cotidiano consigue crear toda una tragedia.

Crossing es una producción de la holandesa Revolver Amsterdam con la coproducción de la belga A Private View y la croata Nukleus Film. Fortissimo Films se encarga de las ventas internacionales.

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