TORONTO 2025 Gala Presentations
Crítica: Deux pianos
por Fabien Lemercier
- François Civil brilla en una oscura y excelente película de Arnaud Desplechin, un melodrama atormentado en el que el presente y el pasado colisionan entre sí

“Me vi a mí mismo, era yo y era un niño”. El talento cinematográfico de Arnaud Desplechin siempre ha prosperado en dimensiones psicoanalíticas y catárticas que muchos otros autores se esfuerzan por evitar por miedo a quemarse o ahogarse. Pero el director francés se mueve en este terreno como pez en el agua, y sus obras más logradas (Reyes y reina [+lee también:
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ficha de la película]) siempre han bebido de esta fuente, cuyo veneno, sin embargo, no siempre resulta fácil de dosificar.
Su nueva película, Deux pianos [+lee también:
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ficha de la película], presentada en la 50.ª edición del Festival de Toronto y posteriormente seleccionada en la competición oficial de la 73.ª edición del Festival de San Sebastián, no constituye una excepción a esta regla, ya que rebosa culpa, dolor, melancolía y tristeza, pero el director ha sabido envolver este torrente romántico de emociones a flor de piel, amores contrariados y tensiones artísticas en una forma de gran belleza que permite que fluya con naturalidad.
—“¿Qué te fuiste a hacer al otro lado del mundo?”—. De vuelta en Lyon, su ciudad natal, y tras ocho años exiliado en Japón como profesor, el antiguo niño prodigio del piano Mathias (un magnífico François Civil) se reencuentra con su mentora Elena (la carismática Charlotte Rampling), que lo ha llamado para ofrecerle un concierto a cuatro manos. —“Prefiero estar solo, como tú. —“Vas a sufrir”. —“Para convertirme en pianista acepté ser un monstruo”. —“Quiero que vuelvas a salir de gira”, le expresa la estrella internacional a su antiguo pupilo, antes de citarlo para un ensayo al día siguiente. Y este es un deseo compartido por el entorno de Mathias, desde su amistoso agente Max (Hippolyte Girardot) hasta su madre Anna (Anne Kessler), llena de admiración y ternura. Y es que nadie ha comprendido nunca por qué decidió hundir su carrera.
El misterio no hace sino intensificarse esa misma noche —o aclararse, tal y como tal vez diría Desplechin, amante del claroscuro— cuando, al cruzarse por casualidad con Claude (Nadia Tereszkiewicz) a la entrada de una fiesta, Mathias queda paralizado y se desmaya, mientras la joven se da a la fuga. Le espera una noche violenta de deambulación solitaria y etílica, preludio de una inmersión en los recuerdos, en los sentimientos de un pasado que el presente parece empeñado en resucitar. ¿Podrá Mathias liberarse de los tormentos que le atenazan? ¿Volverá a conectar con el niño que fue, al que vislumbra en un parque y con el que pronto se obsesiona? ¿Qué tipo de futuro elegirá?
Con un guion escrito por Kamen Velkovsky y una fotografía magníficamente filmada por medio de la intensa cámara en mano de Paul Guilhaume, Deux pianos entrelaza con gran maestría dos planos narrativos: el del microcosmos artístico (alimentado por secuencias de carácter fantástico) y el de la vida privada (con la revelación progresiva de secretos y las cenizas de un amor imposible). Si bien es cierto que un acontecimiento repentino resulta algo conveniente para el desarrollo de la trama, la gran calidad y excepcional densidad de la obra en su conjunto no se ven en absoluto afectadas por este hecho. Por otro lado, el largometraje se ve sutilmente realzado por la complejidad narrativa, la profundidad paradójica de los personajes principales y un atisbo de esperanza en la nebulosa crepuscular tan característica del cine de Desplechin. Y es que, al fin y al cabo, “ser infeliz no sirve de nada y es una pérdida de tiempo”.
Deux pianos ha sido producida por Why Not Productions y coproducida por Arte France Cinéma y Auvergne-Rhône-Alpes Cinéma. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Goodfellas.
(Traducción del francés)
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