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CANNES 2014 Competición

Dos días, una noche: entre el corazón y el bolsillo

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- CANNES 2014: La Croisette acoge el estreno mundial de la nueva película de los hermanos Dardenne, protagonizada por Marion Cotillard

Dos días, una noche: entre el corazón y el bolsillo
Marion Cotillard en Dos días, una noche

Luc y Jean Pierre Dardenne regresan a la competición oficial del festival de Cannes con una obra que, aunque no se aleja del área temática de los directores de Rosetta y El hijo [+lee también:
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entrevista: Luc & Jean-Pierre Dardenne
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(ganadoras de la Palma de Oro en 1999 y 2005, respectivamente), sí se presta aún más a la veta comercial que ya asumió su anterior película, El niño de la bicicleta [+lee también:
crítica
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entrevista: Jean-Pierre y Luc Dardenne
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(Gran Premio en el Festival de Cannes de 2011). En Dos días, una noche [+lee también:
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entrevista: Luc y Jean-Pierre Dardenne
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, los hermanos Dardenne cuentan una "bonita" historia, una especie de fábula oscurecida por la crisis económica que conserva una dimensión universal a pesar de un guion inscrito totalmente en la realidad valona que ha visto nacer y crecer a la pareja de cineastas más galardonada del cine belga.

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Sandra (Marion Cotillard), con ayuda de su marido (Fabrizio Rongione), no dispone más que de un fin de semana para visitar a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su prima para que ella pueda mantener su puesto de trabajo. Como núcleo de la historia, vemos a una clase media empobrecida por la degradación económica de la condición obrera, así como la sencilla y repetitiva mecánica (como Hércules, Sandra afronta su tarea, de persuasión, con la única diferencia de que ellos son más numerosos y consistentes en la correspondiente repetición sucesiva del mismo procedimiento argumental) que permite a los hermanos barajar toda una serie de valores que constituyen los daños colaterales de la crisis (atribuida al cliché de la “competencia asiática”). Las opciones son dos: o 1000 euros (redondos, simbólicos) o un salario que dará a esta mujer depresiva la posibilidad de seguir a flote en una vida que ya la ha tenido con el agua por encima del cuello. Cada gesto de solidaridad por parte de un colega es como una burbuja de oxígeno que permite a Sandra (una mujer orgullosa que denigra toda forma de mendicidad y que no quiere que sus hijos la vean llorar) nadar hasta su próxima boya para intentar cambiarla de color; pero, aun en esa situación desesperada, Sandra se las verá y se las deseará a la hora de superar el muro del argumento cristalizado en una réplica que se repite en numerosas ocasiones (“ponte e mi/nuestro lugar”) y que tendrá, a la postre, una importancia capital en el desarrollo de la intriga. ¿A qué porción de moral corresponden esos 1000 euros? ¿Un año de gas y electricidad? ¿Cerrar la puerta a un posible contrato indefinido? Entre la pareja que necesita la prima para pagar los estudios de su hijo ("no nos las podemos arreglar") y la que pretende emplearla para construir una terraza, el cursor moral oscila y habrá cambios de bando. Cada victoria cuenta para devolver a esta mujer la esperanza de retomar el sentido de su propia existencia, sometida ahora a la pasividad y a los medicamentos.

Marion Cotillard confiere a Sandra una dosis de fragilidad tan inédita en ella como convincente en la pantalla: baja habitualmente los ojos y le falta confianza en sí misma; de ahí la importancia de su marido, que la quiere y la apoya en todo momento, y al que interpreta perfectamente un asiduo en el cine de los Dardenne como Fabrizio Rongione. No obstante, habría cabido esperar un papel con más matices para él. La dirección se decanta siempre por el estilo documental, con la cámara al hombro tan frecuente y característica de los hermanos (y de su director de fotografía, Benoît Dervaux), y aporta su cupo de novedades, empezando por la luz de la que se desprende un profundo optimismo, las secuencias musicales (a través de la autorradio pero con un empleo globalizador de tipo “soundtrack”) e incluso una cierta ligereza humorística ("¿es usted testigo de Jehová?"), todas ellas facetas a las que su cine social y visceral no nos tenía acostumbrados.

Más que nunca, Dos días, una noche es una película comprometida e izquierdosa, y se estrenará casi estratégicamente en los cines belgas y franceses antes de las elecciones del 25 de mayo. Aunque su discurso militante y, a pesar de todo, decididamente optimista no contiene la fuerza de las obras más poderosas de la filmografía de los Dardenne, sí conserva el lujo del garantizado trampolín que el festival de cine más prestigioso del mundo constituye.

Dos días, una noche es una coproducción entre Bélgica, Francia e Italia cuyo agente de ventas internacionales es Wild Bunch.

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(Traducción del francés)

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