12/05/2016 - CANNES 2016: Mehmet Can Mertoglu presenta un primer largometraje muy conseguido en el aspecto formal que diseca sin concesión la vacuidad y el absurdo de la existencia

Murat Kiliç y Şebnem Bozoklu en Albüm

A sus 27 años de edad, no ha optado por la vía fácil el cineasta turco Mehmet Can Mertoglu con su primer largometraje, Albüm [+lee también:
tráiler
entrevista: Mehmet Can Mertoglu
ficha de la película], presentado en la Semana de la Crítica del 69º Festival de Cannes. Sus protagonistas, Bahar (Şebnem Bozoklu) y Cüneyt (Murat Kiliç), que forman la pareja Batihyaroglu, no son en absoluto héroes glamurosos ni antihéroes intrigantes sino, más bien, dos miembros de una clase media sin ningún interés, consumidora de telenovelas ella y de partidos de fútbol él, dos personas cuyo único placer intenso parece ser la absorción de alimentos. Sin embargo, esta empleada de Hacienda y este profesor de Historia esconden un secreto que le sirve al cineasta de hilo conductor para dibujar, mediante una mera constatación en el espejo, un cuadro corrosivo del estado de la humanidad en su país. 

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

Este secreto, debidamente introducido de manera un tanto misterioso, gira en torno a un niño. Al director, en efecto, le gusta en general sembrar su delicada urdimbre narrativa de zonas de sombra, una decisión que se ve reforzada por las múltiples elipsis y por el laconismo de los dos personajes principales. Bahar y Cüneyt intentan adoptar a escondidas en privado mientras, en público, dan a entender que están esperando un bebé. "Me pica mi barriga falsa", se queja la futura madre, bombardeada por la cámara de fotos de su marido, que construye un álbum que contenga un máximo de pruebas de su embarazo. La esperanza de un cambio de Cüneyt se debe quizá a la superchería pero de igual modo parece que en Turquía la infertilidad es motivo de vergüenza. Nuestros dos banales conspiradores se lanzan a visitar orfanatos: la ocasión soñada por el cineasta para trazar el retrato cáustico del ridículo de la burocracia triunfante, de la xenofobia (observando a un bebé, escuchamos: "-no me gusta; -a mí tampoco; -se diría que es sirio o kurdo"), de la agresividad ambiental que llena de insultos a las espaldas de los principales interesados ("un imbécil reemplaza al anterior"), de las quejas infinitas de una clase social obsesionada por el materialismo y la educación escolar costosa de las nuevas generaciones y de una comunicación totalmente afectada cuando no es completamente inexistente. A este análisis con lupa le siguen las peripecias anodinas antes y después de la adopción de una pareja que no tiene malas intenciones pero que encarna cierta forma de estancamiento y de declive, todo lo cual aparece disecado con una minucia casi documentalista y aderezada por salidas humorísticas, muy en consonancia con el teatro del absurdo de Ionesco.

Albüm saca a la palestra a un cineasta dotado de numerosas cualidades; entre ellas, cabe destacar el gran control de la puesta en escena, el agudo sentido de la decoración, la sofisticada composición de los encuadres (con la preciosa ayuda del director de fotografía rumano Marius Panduru) y de los planos-secuencia. Sin embargo, la propia naturaleza de la película enfrenta a la imposibilidad de experimentar empatía por los dos protagonistas y transpira un olor general que roza la misantropía, lo que limita el acceso a un trabajo muy logrado en las formas pero que, además, presenta una precipitación final en relación a los acontecimientos que resulta un poco artificial y siembra algunas dudas. Con todo, el potencial de Mehmet Can Mertoglu parece indiscutible. No en vano, aparece “apadrinado” por ojeadores de la talla de los directores Calin Peter Netzer y Danis Tanovic, que figuran entre los coproductores de esta ópera prima, cuya agencia de ventas internacionales es The Match Factory.

(Traducción del francés)