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CANNES 2016 Semana de la Crítica

Mimosas: la epopeya mística de Óliver Laxe

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- CANNES 2016: El director gallego presenta en la Semana de la Crítica una cinta que nace de la unión entre el cine de aventuras y la exhibición de una mística terrenal

Mimosas: la epopeya mística de Óliver Laxe

Ocho meses atrás, Ben Rivers presentó en Locarno The Sky Trembles and the Earth Is Afraid and the Two Eyes are Not Brothers [+lee también:
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, espléndida adaptación de un relato de Paul Bowles, sobre un extranjero que termina sus días en Marruecos como esclavo bailarín por haber sido demasiado curioso en un país que no le pertenece. El protagonista es un cineasta rodando una película en la cordillera del Atlas, a quien da vida el director gallego Óliver Laxe, interpretándose a sí mismo durante el rodaje de Mimosas [+lee también:
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, estrenada ahora en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes

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En el largometraje de Rivers, la primera parte tiene lugar en el set de Mimosas, mientras que la segunda sigue el momento en que Laxe abandona a su equipo y huye lejos del rodaje. Para comprender el trasfondo esotérico y conceptual de Mimosas es necesario prestar atención a los añadidos técnicos que Rivers ideó para que el metraje documental sobre el rodaje de Laxe deviniera una fantasmagoría. De este modo, Rivers consiguió plasmar la mística que desprenden cada una de las imágenes de la obra maestra de Laxe, o “western religioso”, como el autor se ha referido a su propia película. 

La espiritualidad es la quintaesencia del segundo largometraje de Laxe. El director de Todos vós sodes capitáns [+lee también:
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(Premio FIPRESCI en la Quincena de los Realizadores) retrata dos Marruecos, de dos esferas espacio-temporales distintas, donde sus habitantes –interpretados por los mismos actores en ambos universos– vencen los obstáculos que encuentran en su peregrinaje en función del grado de fe que profesen. Pues, sus vidas serán puestas en peligro cuando sus esperanzas o creencias religiosas se debiliten. Sin embargo, no hay que confundir la esencia mística de la película con una apología del fanatismo islámico. Mimosas propone un acercamiento a la cultura local sufí, pero define la espiritualidad que cerca Marruecos en un sentido panteísta, buscando rastros de ella en lo mundano. Es decir, cuando ésta luce tras los paisajes –embellecidos con la superlativa fotografía de Mauro Herce– o en el interior de las personas.

Mimosas nace de la unión entre el cine de aventuras y la exhibición de una mística terrenal; una fórmula temeraria que ha engendrado obras totales como Jauja [+lee también:
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de Lisandro Alonso u Honor de cavalleria [+lee también:
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El cant dels ocells de Albert Serra. Asimismo, la cinta (vendida al extranjero por Luxbox), desenvuelve una epopeya en tres capítulos que llevan por nombre posiciones del rezo del Salat (reverencia, levantamiento y postración). En otras palabras, se trata de un relato épico que es, en realidad, un acto de fe. La epopeya en cuestión arranca con una caravana que cruza el Atlas guiada por el maestro sufí, Sheik (Ahmed Hammoud). El propietario de una compañía de taxis de un Marruecos ubicado en una dimensión paralela a la de la trama de la caravana advierte que los más jóvenes de esa expedición están cuestionando la sabiduría del maestro. Para lograr que los miembros de la caravana no pierdan la fe, enviará a su mejor empleado, Shakib (Shakib Ben Omar), hacia ese remoto confín. Pero, cuando Shakib aparezca en el otro universo, se encontrará con un grave imprevisto. El maestro, abatido por la desconfianza de sus seguidores, puso fin a su existencia. Tras su llegada, Shakib se enfrenta a una doble misión: devolver la fe a esos hombres y convencerles para llevar el cadáver hasta la ciudad de Sijilmasa, donde recibirá un entierro digno. Así, el héroe de este neo-western sorteará todo tipo de peligros –bandidos, motines, tiroteos o accidentes geográficos– para que la espiritualidad prevalezca en el mundo.

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