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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Merced

por 

- El director alemán ambienta en los gélidos paisajes de Noruega una obra luminosa sobre la familia, la culpabilidad y la redención, que compitió en Berlín en 2012.

Como suele ocurrir con el cine del alemán Matthias Glasner, Merced [+lee también:
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es una película que merece la pena, como también la merece el lugar en que transcurre la intriga: la localidad noruega de Hammerfest, situada en una zona a orillas del mar ártico que la noche polar envuelve durante dos meses al año. La atmósfera de esta competidora por el Oso de oro es comparable a la de los paisajes inmensos, glaciales, casi insoportablemente calmos, y se construye mediante fascinantes tomas que sobrevuelan extensiones crepusculares e inhóspitas de las que el director se sirve, una vez más, para evocar el malestar de los personajes.

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El guión, obra del excelente danés Kim Fupz Aakeson, lo protagoniza una familia alemana que desde la primera imagen de la película se nos presenta literalmente dividida en tres. La familia se instala en Hammerfest con motivo del trabajo del padre, Niels (Jürgen Vogel, cofundador junto con Glasner de la productora de la cinta Schwarzweiss). Para su mujer, Maria (la austriaca Birgit Minichmayr, Oso de plata en 2009 por su papel en Entre nosotros [+lee también:
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), cuidadora en un centro de enfermos terminales, esta mudanza es como una "segunda oportunidad". Para el hijo, Markus, nada pasa desapercibido (nos damos cuenta de que los nombres de los personajes no han sido escogidos al azar); el chico ve, con esos ojos sin alegría, la indiferencia que reina entre sus padres, tan evidente tanto en su silencio como a la hora de sentarse a la mesa frente a frente a la hora de cenar que cabe preguntarse cómo es posible que compartan lecho. Mientras que maria acumula extenuada las guardias de noche, Niels, para cuya dura frialdad sirve de impecable contrapunto el personaje de Vogel, actúa movido por un egoísmo masculino que se manifiesta tanto en su vergonzosa relación extramatrimonial como en su rechazo a aprender el noruego.

Al volver del trabajo en la oscuridad, Maria golpea sin querer algo con su coche. Aterrada, escapa del lugar y manda al marido de vuelta al punto de la carretera en que sobrevino el incidente. Allí descubre que lo que atropelló su mujer ya no está allí. Algún tiempo después llega al matrimonio alemán la noticia de que una adolescente ha sido hallada en el lugar del accidente. Maria, con la complicidad de Niels, decide guardar el secreto: ella no es "ese tipo de personas" que abandonan a los que sufren. En su nombre y en el de su hijo, Maria niega colgarse en ningún momento esa etiqueta. Esta respuesta de la pareja a la cuestión "¿Y ahora qué?" es el primer paso hacia la reconciliación, señalado por un tema musical desnudo, emocionante y sobrecogedor. Este trabajo largo y secreto de aceptación terminará por unirlos de nuevo.

Glasner, al igual que sus personajes, de manera orgánica y sin prisas, con tranquilidad, integra en el telar de apariencia minimalista y ruda de su película asuntos conmovedores: la inextinguible inquietud de los padres ante los incontables peligros que acechan a los hijos, la idea del enfrentamiento (ilustrada en varias clases de cara a cara) y la confianza que hay que tener en la capacidad de compasión y de perdón de la gente. El corolario de esta última idea es que no hay que esconder sino reconocer el dolor para alcanzar la serenidad. Como la cámara de Markus, que observa todo, la de Glasner capta con paciencia la vuelta de la luz tras la noche mientras se elevan hacia el cielo las poderosas polifonías nórdicas del coro local. Merced es, sin duda, una película que vale la pena; sin embargo, cuando con el sol vuelve la unión, en una sola escena cantada, se encoge el pecho al comprender la magnitud del recorrido.

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(Traducción del francés)

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