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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Fin

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- Fin se apunta a la corriente del cine catastrofista y de suspense, entendido como metáfora épica de la crisis del hombre actual, en conflicto con su yo más íntimo e existencial.

El debut en la dirección de largometraje de Jorge Torregrossa (Alicante, 1973) se ha hecho, injustamente, esperar. Quienes han disfrutado con sus premiados y magníficos cortos (como Desire y Mujeres en un tren) anhelaban dejarse hechizar por su talento en formatos superiores, más aún después de lograr dignificar varias de las series con más audiencia de la television española.

Ahora, tras intentar levantar un par de ambiciosos proyectos que -desgraciadamente- no cuajaron, llega Fin [+lee también:
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y las espectativas se cumplen (su paso por el Festival de Toronto le ha abierto el mercado internacional), aunque con algún reparo. Empezamos por la asignatura en la que -aún- flojea Torregrossa: las escenas de acción. Aquí el director ha pagado el peaje de la inexperiencia en este aspecto narrativo y se percibe deficit de brío en fotogramas que debían elevar el ritmo cardiaco del respetable. Pero, en el otro pilar del film, en la radiografía de la psicología de los personajes -lo que ocultan y lo que dejan transparentar con sus gestos, sus miradas y el lenguaje de sus cuerpos-, las relaciones entre ellos y la atmósfera enrarecida que se va apoderando del metraje según éste avanza, demuestra tener el músculo más que entrenado.

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Pues Fin es, sobre todo, bajo su fachada de film mainstream, una película existencial. Habla del destino, de lo que somos o fingimos ser, de heridas del pasado y de qué manera somos condicionados por la mirada de quienes nos rodean. Para ello, basándose en la novela homónima de David Monteagudo, Jorge Guerricaechevarría (habitual guionista de Álex de la Iglesia y de Celda 211 [+lee también:
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, de Daniel Monzón) y Sergio G. Sánchez (mano derecha de J.A. Bayona en El Orfanato [+lee también:
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) han escrito un argumento que sigue a los personajes de Félix (Daniel Grao) y Eva (Clara Lago) cuando acuden a una cabaña, en medio del bosque, para reunirse con viejos amigos de él.

Entre ellos destacan Maribel (Maribel Verdú), antiguo amor de Félix, ahora casada con el hosco Rafa (Antonio Garrido); la insegura, cariñosa y positiva Sara (Carmen Ruiz) y la pareja formada por el seductor Hugo (el top model Andrés Velencoso, que debuta en el cine) y la avinagrada Cova (Blanca Romero, quien tiene que lidiar con el personaje más desdibujado de la función). Pero, aunque aún no ha llegado, la sombra del apodado El profeta, que según Sara, ha convocado el reencuentro, planea sobre la reunión: hace años, todos los presentes le jugaron una mala pasada.

Justo ahí, cuando parecía que nos íbamos a encontrar con un remake no confeso de Sé lo que hicisteis el último verano, la película cambia de tono: va perdiendo diálogos a la vez que la Madre Naturaleza, amenazante, va acosando a los personajes. Ya no hay corriente eléctrica, ni cobertura en los móviles y parece que nadie más en el planeta. Sólo ellos. Algo cayó del cielo, pero no saben qué es. El pánico se va apoderando de los ocho personajes mientras el pasado resucita pasando factura, el presente se difumina y el futuro se hace incierto. Es el fin, el acabóse, quizás la nada. Una pesadilla melancólica, psicológica y nihilista que Torregrossa ha alimentado con sus obsesiones: la ambigüedad, el deseo reprimido y el desencanto. El resultado es un film de aspecto cormercial - ya se le está comparando con la serie Perdidos - que esconde intensas cargas de profundidad.

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