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CANNES 2013 Competición

Director masoquista busca actriz sádica en La venus de las pieles

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- El gran Roman Polanski vuelve a demostrar su talento con otra obra a puerta cerrada, protagonizada esta vez por Mathieu Amalric y Emmanuelle Seigner

Director masoquista busca actriz sádica en La venus de las pieles

Por primera vez en su carrera, Roman Polanski ha rodado una película en francés con (otra novedad) no más de dos actores en la pantalla. La competición del 66º festival de Cannes ha acogido la presentación de La venus de las pieles [+lee también:
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, adaptación de una obra de teatro que David Ives escribió para Broadway y que adaptó al cine con la colaboración del director franco-polaco. La historia tiene lugar íntegramente en un pequeño teatro parisino construido ex profeso para la película. Tras una jornada infructuosa de casting, Thomas (Mathieu Amalric) está a punto de abandonar el lugar cuando llega Vanda (Emmanuelle Seigner). Esta mujer caótica e insistente desea con vehemencia conseguir el papel pero, más allá de que comparta nombre con el personaje, parece encontrarse en las antípodas de este. Sin embargo, Vanda consigue que le hagan la prueba y la chica idiota y vulgar se transforma. Su dominio del texto y de la profesión es perfecto y Thomas empieza poco a poco a sucumbir a una fascinación que terminará convirtiéndose en obsesión.

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En primer lugar, se diría que el director de Un dios salvaje [+lee también:
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filma teatro en La venus de las pieles. Polanski traslada y se apropia de la pieza de teatro para hacer una obra cinematográfica con todas las de la ley que se apoya en la metáfora del decorado, en la música empática de Alexandre Desplat y en una unidad de punto de vista, el del director, reflejado en una filmación hecha con una sola cámara. La venus de las pieles es una variación del mito de Pigmalión que cataliza buena parte de las obsesiones que el director desarrolló a lo largo de su movida y rica filmografía: la relación entre creador y obra, entre ilusión y realidad, la perversión de las relaciones humanas o la trasgresión masoquista. La ambigüedad (o la ambivalencia) aparece reforzada por la relación con la ciudad que une al director con su actriz y esposa, Emmanuelle Seigner, con la que trabaja por cuarta vez. Ella encarna tanto a la Venus de Polanski como las otras variaciones de la diosa que aparecen en los créditos finales: su representación encarna una representación y ella lo hace con un talento aún inédito. Su papel rivaliza con el de Mathieu Amalric, avatar evidente de un Polanski más joven. Obedecen, en opinión del director, a mecánicas inconscientes, pero los numerosos niveles de lectura de la cinta la erigen en un maravilloso objeto de reflexión que invita a ser analizado pormenorizadamente. Polanski seduce, divierte y pregunta a su público y lo hace con una encomiable economía de medios, resumidos estos en un lugar y unos actores que tienen la capacidad de multiplicarse. La obra concluye con un símbolo de extraña ironía autobiográfica como solo Polanski sabe ofrecer: la cámara abandona el teatro y deja a Thomas sobre el escenario junto con un elemento del decorado con forma de falo. Si juegas con fuego, acabarás quemándote.

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(Traducción del francés)

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