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BERLINALE 2014 Competición

Berlinale: la vía moral en Inbetween Worlds

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- Feo Aladag regresa a Berlín para competir por el Oso de Oro con su segundo largometraje, caracterizado por una intensidad en sus elipsis que ratifica su seguridad y su talento como narradora

Berlinale: la vía moral en Inbetween Worlds

En una película, es precisa mucha destreza para no sentirse obligado a explicarlo todo y construir personajes con la suficiente profundidad de modo que reflejen en la pantalla toda su complejidad intrínseca sin que sea necesaria formularla con palabras, o precisamente por este motivo. La ópera prima de la actriz Feo Aladag tras las cámaras, La extraña [+lee también:
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entrevista: Feo Aladag
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(ganadora del Label Europa Cinemas en la sección Panorama de la Berlinale de 2010 antes de alzarse con el Premio LUX), ya era una muestra de madurez y contención en su manera de presentar todos los matices del dilema irresoluble de una mujer turca obligada a elegir entre su familia y su necesidad de escapar de las tradiciones. Su segundo largometraje, Inbetween Worlds [+lee también:
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, presentado esta vez en competición por el Oso de Oro, aborda nuevamente el tema del conflicto entre dos mundos (el título internacional de la cinta juega, en este sentido, con la idea de que existen también “mundos intermedios”) y elude todo maniqueísmo con la misma habilidad, reposando la fuerza de su propuesta en los silencios entre las líneas.

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Cuando vemos a un hombre que acaba de ponerse unos pantalones militares sentado en el borde de su cama mientras mira con aire sombrío pero decidido un reloj que manipula con afecto antes de introducirlo en su equipaje, la imagen resulta suficientemente elocuente para cargar de sentido el breve diálogo que sigue entre este comandante de la sección alemana de la ISAF, enviado de nuevo a Afganistán, y su superior, que menciona el coraje del hermano del soldado: "¿Por qué aceptó usted volver a marcharse?", "Esas fueron las órdenes", "Podría haberse usted negado", "Pero no lo hice". Así, Jesper (Ronald Zehrfeld, el médico de Bárbara) se interna en un campo controlado por la milicia armada local para ayudarla contra los talibanes, solo después de haber contratado a un intérprete: el joven Tarik (Mohsin Ahmady), quien ha dejado sus clases de inglés a niños y se arriesga a pasar por un "traidor" con el propósito de conseguir una visa para su hermana y para él.

Desde su llegada al campamento, la presencia del joven parece la materialización de las profundas diferencias entre unos militares perfectamente entrenados y protocolarios y las gentes del lugar que luchan desde siempre y han visto durante años ir y venir a demasiados ejércitos aliados, cada uno con intenciones distintas, como para aceptar que estos les impongan sus métodos y sus prioridades ("Tu tienes el reloj, nosotros tenemos el tiempo", le dice a Jesper el jefe de la milicia). No obstante, poco a poco, a medida que el intérprete, endeble y sonriente, y el comandante alemán, serio y ancho de espaldas, van conociéndose, puede leerse en la mirada generosa de Jesper (no hay que dejar de destacar la belleza de los intercambios de miradas a lo largo de todo el metraje: esta comunicación silenciosa es, a la postre, su misma forma más intensa) que comprende lo que sus superiores no entienden (a saber, las necesidades de los autóctonos, que son, además, la razón misma de su presencia en el lugar) y que la patrulla que comanda y la milicia están del mismo bando frente a quienes dirigen las operaciones a lo lejos.

Para Jesper, los riesgos que asumen todos los hombres no son aceptables más que si consiguen cambiar algo, ayudar; si no, todo sacrificio es vano; así, las difíciles decisiones que le toca tomar son tolerables únicamente en la medida en que se corresponden al único camino que no va contra su deber moral, necesariamente por encima de todos los demás, incluido su deber como subordinado ("No tengo elección", afirma al tomar la decisión que no se quiere que se tome). Aladag presenta, de este modo, las consecuencias de manera elíptica, pues no podemos juzgar a un hombre más que por sus decisiones, no por las repercusiones que se derivan de ella, y esta seguridad de que hace gala en su narración es algo raro y, a la vez, en cierto modo, soberbio.

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(Traducción del francés)

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