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Marc Recha

“Creo en el cine realidad”

por 

- Es rabioso y adusto, sólo tiene 33 años pero ya cuatro películas: “Rosellini ya había dicho todo”. Y él se inspira en el rigor de ese cine

Mira también el making of de su última película


El director catalán Marc Recha es uno de los autores jóvenes más interesantes en el panorama del cine europeo. Con sólo 33 años ha dirigido ya tres largometrajes: El cielo sube (1991), El árbol de las cerezas (1998) y Pau i seu germá (Pablo y su hermano) (2000). El cuarto, Les Mains Vides, ambientado en el sur de Francia en la frontera con Cataluña, está todavía en fase de realización. Su biografía es sorprendente: a los catorce años empezó a hacer cine produciendo varios cortometrajes. Con una beca para estudiar cine, a los veintiuno dirigió su primer largometraje, proyectado en Locarno y en Venecia. Siete años más tarde con El árbol de las cerezas, se adjudicó el Locarno el premio FIPRESCI. Su tercera película, Pablo y su hermano, fue seleccionada para el concurso oficial del Festival de Cannes.

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Los modelos cinematográficos de Recha son bastante explícitos, van de Rosellini a Kiarostami, de Bresson a Godard. “Han cambiado los espectadores, se ha transformado el modo de producir y realizar cine, pero la mirada de los autores no ha cambiado nunca. En el manifiesto Dogma no hay nada nuevo, Rosellini ya había dicho todo”. Una afirmación fuerte que explica la personalidad de Recha, un director rabioso y adusto, poco propenso a hablar con suavidad. Más interesante que amable.
Su realismo se muestra claramente en su decisión de no doblar a los actores, que deben hablar en su propio idioma. En España, sus películas están subtituladas, ya sea al catalán o al castellano. La ropa de los protagonistas es la que llevan todos los días fuera de la escena. En Pablo y su hermano la historia necesitaba tres leñadores. Luego, entre la escritura del guión y la primera claqueta, apareció un nuevo elemento: “En la localidad de montaña la administración local había empezado a construir una carretera para enlazar mejor el pueblo con la ciudad. Con lo que adecué mi guión a esta nueva situación ambiental y transformé a los leñadores en peones de caminos”.
Además, los movimientos de la cámara no deben ser nunca demasiado rápidos. La abundancia de planos secuencia no está pensada para mostrar el virtuosismo, sino para reconstruir una especie de coreografía. “Yo creo en el cine realidad. El sentido de la historia debe surgir del respeto y del afecto del director por los actores y su capacidad de expresión”.

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