25/09/2014 - Costa da Morte, la mirada de Lois Patiño hacia el paisaje (y el hombre en su interior), se estrena finalmente en España tras haber sido premiada en Locarno el año pasado

El director gallego Lois Patiño, con una importante carrera de cortometrajista experimental a sus espaldas, estrena finalmente en España su primer largometraje Costa da Morte [+lee también:
crítica
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entrevista: Lois Patiño
ficha de la película], premiado el Festival de Locarno el año pasado con el galardón a Mejor Director Emergente, tras viajar a lo largo de casi 40 países. Cineuropa ha hablado con él.

Cineuropa: ¿Por qué elegir la Costa da Morte para su primer largometraje?
Lois Patiño: Fue una decisión sencilla. Ya antes de escoger el lugar donde quería trabajar tenía clara dos ideas que quería explorar: buscaba retratar un paisaje con identidad cultural a partir de la voz colectiva de sus habitantes, y a nivel formal quería trabajar con la distancia en la imagen y la proximidad en el sonido. Quería que el lugar fuera Galicia, y aquí rápidamente pensé en este espacio mítico cargado de un aura trágico por los naufragios y la idea de fin del mundo.

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Precisamente en Costa da Morte tiene el mismo valor la voz, en la cercanía, que la mirada, en la distancia. ¿Cuál es la razón?
A través de esta doble distancia perceptiva quería proponer una nueva experiencia del paisaje al espectador, un choque que hiciera emerger nuevas sensaciones. Con el sonido tan próximo de la respiración, los diálogos, los pasos, en contraste con los planos tan amplios del paisaje, lo que busco es vincular la experiencia íntima de las personas con la inmensidad del paisaje. Es una película contemplativa, pausada en la imagen, y este sonido más próximo, más de acción, lo lleva hacia una experiencia más física: escuchamos nítidamente cómo caminan por la arena, cómo tocan las rocas, cómo luchan con el fuego... De nuevo propone casi un contradicción entre la imagen y el sonido, y también una focalización auditiva hacia un detalle de la imagen.

¿Qué hay en el paisaje y en su retrato, que ha marcado todo su cine?
El paisaje supone un misterio, algo que te supera sin comprenderlo del todo, está más allá de ti. Está vivo, tiene su propia energía interna. Intento mirar el paisaje siguiendo esta idea de Didi-Huberman, que me parece un teórico prodigioso a la hora de analizar la imagen: "Saber mirar una imagen sería, en cierto modo, ser capaz de distinguir ahí donde la imagen arde, ahí donde su eventual belleza reserva un lugar a un "signo secreto". Ahí donde la ceniza no se ha enfriado". Me interesa además reflexionar sobre la representación del paisaje en el cine. Y hablo de la idea específica de paisaje, no de entorno, territorio, naturaleza, atmósfera... conceptos que están próximos a él. Sino de paisaje, que entiendo implica ya una mirada con distancia y cierta búsqueda plástica.

Sus obras no nacen del cine convencional, sino del arte experimental, al que sigue ligado. ¿Ha desembocado en el largometraje de manera involuntaria?
Me interesa siempre un cine que intenta explorar nuevas vías. Trabajo también con galerías y centros de arte, y desde el inicio he intentado desarrollar mi trabajo en estas dos líneas que siento que están muy próximas entre ellas, o por lo menos el cine que más me interesa, y el que quiero hacer, creo que se puede desplazar entre las fronteras de ambos universos. Y siento que cada vez estos límites entre el cine y el arte contemporáneo se van volviendo más permeables. Es en ese espacio donde se sitúan las películas que más me interesa ver y hacer.

Sin embargo, solo después de haber llegado a casi 40 países, la película se estrena a nivel comercial (de alguna manera) en España…
Es siempre un pequeño milagro que una película humilde y con una propuesta narrativa diferente llegue a las pantallas comerciales, que están secuestradas por Hollywood. Por suerte sigue habiendo algunos espacios muy entusiastas y con la idea clara de que en la diversidad está la riqueza. Nuestras películas no pueden competir con las campañas promocionales de las películas industriales, pero bueno, estamos muy contentos de por lo menos encontrar unos huecos, unas fisuras. Es un pequeño regalo, un aterrizaje, después de todo este recorrido por tantos países.