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Raffaele Passerini • Director

"Una historia de artistas despreciados"

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- El director Raffaele Passerini nos habló de su documental Il principe di Ostia Bronx, presentado a concurso en el 13° Biografilm de Bolonia

Raffaele Passerini • Director
(© Biografilm)

La famosa playa nudista de Capocotta, en el litoral romano, es el teatro de su vida tanto cuanto el de sus fracasadas carreras. Dario y Maury son dos actores adultos despreciados por el teatro, la academia y el cine que, verano tras verano, inventan y filman un vasto repertorio de escenas, para regocijo de los bañistas de Ostia. El director Raffaele Passerini los ha hecho protagonistas de su primer documental, Il principe di Ostia Bronx [+lee también:
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, un diario irreverente que celebra la redención de las convenciones sociales a través de la creatividad, la extravagancia y la poesía. La cinta se estrenó a escala mundial en el 13° Biografilm de Bolonia.

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Cineuropa: ¿Cómo tuvo lugar el encuentro con Dario y Maury, también conocidos como “el príncipe” y “la condesa”?
Raffaele Passerini: Yo soy de Cesena pero viví ocho años en Nueva York. Y aun cuando vivía en Estados Unidos, iba en verano al mar de Roma: mis amigos me llevaban a Capocotta. Llevaba quince años viendo a este personaje, Dario, que el sábado cogía la pancarta y hacía sus shows. Como tantos otros, me parecía simpático. Después, cuando volví a vivir en Roma, iba más a menudo a la playa. Hace dos veranos, vi que sacaban trajes, sobre todo Maury, y me pareció que estaban haciendo un ejercicio que había visto en Nueva York, en la escuela de interpretación de Susan Batson, un ejercicio que se llama “las cáscaras de cebolla”: ponerse el traje público al salir de casa y quitárselo al ir a la cama. Fue entonces cuando me dije que no eran sólo dos que se disfrazan y hacen el loco por la playa sino que eran dos actores. Sentí por instinto y para entender su mundo que era el momento de proponerles un documental. Rodé todo el mes de agosto de 2015. Después, terminado el rodaje, ellos me dieron un archivo con todo lo que habían filmado durante sus performances en los últimos dos o tres lustros.

Ya en las primeras escenas comprendemos que la condesa es una actriz fracasada. Que el príncipe también lo es no lo sabemos hasta más tarde. ¿Por qué no decírnoslo antes?
Fue una decisión que tomé con la montadora, Paola Freddi (que también ha trabajado en La espera [+lee también:
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, entre otras), que estuvo genial y generosísima. Queríamos que fuera un descubrimiento progresivo. Al principio pueden parecer sólo dos locos; después, gradualmente, aparece lo que hay detrás. Todos tenemos prejuicios pero al cabo de un rato nos preguntamos: quizá los juzgué demasiado pronto. Además, al contar con muchos estratos, pudimos acceder a la intimidad con el tiempo que se requiere.

¿Y a qué se debe la elección de no escuchar también al pueblo de Capocotta?
Capocotta es un espacio libre y allí se les respeta y se les quiere mucho. Descubrí que se remonta muy atrás el hilo de los cuentacuentos de Capocotta. Dario cita en el film a personajes que vinieron antes que él, como el Barquito Borracho. Él es el último de una serie. No me interesaba ni la temática LGBT ni la playa de Capocotta en sí. Tengo las imágenes de muchísimas personas pero, a la hora de montar, decidimos no ponerlas porque Dario y Maury son, efectivamente, dos artistas, dos poetas. Dario es un performer, un pintor, hace instalaciones, es actor, ama el cine y estudió animación. Maury es una actriz (o un actor, como quieran). Quería contar una historia de artistas despreciados. Yo hice un recorrido muy similar al suyo, quizá más ostentoso. Aunque no es más que mi ópera prima, siempre tuve la posibilidad de trabajar, ganar y viajar con este oficio. Ellos mantuvieron la pureza en su arte y se las apañan con lo que pueden, aun acarreando sus fobias e idiosincrasias y enfrentados a sus límites económicos.

A propósito de ello: el espectador no deja de preguntarse cómo se mantienen.
Ellos no renuncian a jugar todos los días con sus personajes. Era algo que necesitaba. Me hicieron entender, un poco a la americana, que si quieres puedes y que no debes traicionar la naturaleza de lo que deseas hacer artísticamente. Me cambiaron mucho como director y me regalaron una película. La verdad es que ellos nunca les preguntamos como viven. La película restituye el juego de hacer cine, una frescura, tal vez un modelo. Uno se pregunta ¿cómo puedo hacer para hacer mi vida sostenible y disponer de su libertad? Ellos hicieron sacrificios y adquirieron compromisos, viven de verdad con unos cientos de euros al mes. La casa que vemos en la cinta está llena de objetos: acumulan todo, lo admiten y no les asusta mostrarlo. De ellos aprendí justamente eso: que no hay que avergonzarse de mostrar lo que uno es.

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(Traducción del italiano)

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