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VENECIA 2013 Competición

Miss Violence: la omertà familiar

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- Grecia está representada en la competición por el León de Oro de la 70ª Mostra de Venecia con un drama familiar sombrío y provocador

Miss Violence: la omertà familiar

El director griego Alexandros Avranas aborda la familia con una literalidad sórdida. En Miss Violence [+lee también:
tráiler
entrevista: Alexandros Avranas
ficha de la película
]
, su segundo largometraje tras el éxito nacional Without, un padre de familia numerosa ha hallado un modo muy poco católico de sacar rendimiento a los miembros del hogar. La cinta ha planteado en la competición por el León de Oro de la 70ª Mostra del cine de Venecia un buen número de preguntas, empezando por la posible gratuidad de una violencia física y moral.

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El dinero es el otro corazón negro de esta historia. La crueldad podría deberse a la crisis económica. En tal caso, cabría pensar que la economía griega termina engendrando bien la reducción al absurdo (como en el cine de Yorgos Lanthimos), bien monstruos como este patriarca, auténtico dueño de la casa que impone la disciplina de la esclavitud en sus descendientes. La devaluación y la degradación están bien presentes en el guion, abundante en intercambios económicos a la baja. Ambos elementos aparecen en la frialdad administrativa (tener un hijo menos implica 170 euros menos de ayuda estatal) y conllevan una apatía generalizada: el horror de vivir, la ley del silencio para sobrevivir.

La historia comienza con un feliz cumpleaños. El día de su 11º cumpleaños, la pequeña Angeliki salta de la terraza del piso familiar y se encuentra con la muerte en la acera de abajo. Este suicidio llama la atención de los servicios sociales por esta familia compuesta por la pareja de abuelos, sus dos hijas y los nietos respectivos. En el papel de abuelo, Themis Papou, esconde bien sus cartas bajo un rostro liso y afectado necesario para mantener las apariencias y sortear la inquisición de los inspectores. A priori, nada invita a pensar que esta familia modesta y educada esté carcomida por el secreto y el yugo de un maníaco del control cuyos valores son cuando menos discutibles: violencia conyugal, incesto, prostitución, sumisión moral, pedofilia… la lista de cargos está repleta pero Avranas da muestras de sutileza narrativa en la primera hora de metraje, sugiriendo, en la mayoría de los casos, estos elementos y difuminando las pistas de la genealogía familiar.

Una vez que la cáscara del huevo se rompe, el público se ve presa de una cámara que pierde poco a poco el pudor hasta que un plano secuencia de una violación colectiva de una adolescente termina por despejar las dudas sobre el destino de esa tendencia por sugerir. A partir de entonces, la cámara es cada vez más mirona y la película se ahorra los rodeos de la perversidad para ofrecer una caída en el infierno más clásica y un final esperado.

Aunque Miss Violence lleva todavía más lejos los límites de la decencia en lo que a familias disfuncionales se refiere, uno podría interpretar su desenlace como un rayo de esperanza para salir del letargo ambiental. Si, en cambio, se trata de un mensaje directo al público de Grecia, ¿qué cabe pensar de esa puerta que encierra a cal y canto un nuevo secreto?

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(Traducción del francés)

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