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PELÍCULAS España

La extraña elección: la felicidad está en el campo

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- Tras exhibirse en los festivales de Valladolid, Gijón y Guadalajara (México), se estrena este documental de Carmen Comadrán: una oda a las virtudes de la vida rural

La extraña elección: la felicidad está en el campo

Producido por Tierravoz Producciones (de la propia directora) y con la colaboración de la Televisión del Principado de Asturias, La extraña elección se presenta por fin ante el público general después de haber sido seleccionado por la SEMINCI, el Festival de Gijón y el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (México). Su  responsable, Carmen Comadrán, sabe de lo que habla porque ha vivido en pueblos y esa experiencia la plasma en este retrato de tres personajes centrales y las gentes que les rodean: personas activas que luchan para que la vida rural no quede discriminada respecto a la hipotética ventaja de habitar en grandes ciudades.

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El diálogo necesario entre lo urbano y lo campestre, su retro alimentación y su mutua dependencia es reivindicado por La extraña elección. Como en la comedia de Álvaro Fernández Armero Las ovejas no pierden el tren [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, aquí también, pero desde el género documental, varias personas optan, para asombro de muchos, por mudarse a pueblos donde ciertas condiciones se encargan de dificultar algunas tareas pero que, a la larga y superadas aquéllas, son más las ventajas que los inconvenientes que allí se encuentran. Pues, como dicen: “Aquí recuperas las riendas de tu vida”. Esos tres protagonistas son: Fran, periodista que dirige y distribuye un rotativo comarcal en la sierra madrileña; Andrea, una artista alemana que se instaló en Aguilar de Campoo (Castilla-León) para compartir sus creaciones con los vecinos; y Flo, una franco-belga dedicada a la agricultura ecológica en tierras asturianas. Tres ejemplos de que hay vida –dinámica, interesante y gratificante– más allá de los límites de nuestras ciudades.

Comadrán nos muestra lo cotidiano de esas elecciones dejando claro que no todo son facilidades, sobre todo si se intenta compaginar un trabajo moderno con un medio rural: la conexión a internet falla (o no existe), alquilar una casa resulta complicado y el coche es imprescindible para moverse entre las lejanas poblaciones. La atención sanitaria también escasea y las políticas sociales se dirigen por lo general a los grandes núcleos de población porque garantizan mayor número de votos. Por eso la cineasta reclama más atención hacia estos lugares que no están de moda (más allá del turismo rural), desterrados del interés gubernamental y que arrastran la losa de una mala prensa engordada por décadas de descrédito.

Con una puesta en escena sencilla, puntuada por fotogramas animados (de forma artesanal por la francesa Myleine Guiard-Schmid) que muestran un laberinto –símbolo del encuentro y la reflexión para el entendimiento rural/urbano y la ruptura con la subordinación que nos impide lograr la sostenibilidad global– la directora ha querido plasmar en este proyecto transmedia cómo el contacto humano sincero y directo (los momentos de compartir vivencias, proyectos, tradiciones y placeres abundan en la película) es el mayor regalo que reciben quienes han tomado la extraña decisión de buscar la felicidad en el campo.

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