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MÁLAGA 2015

Los héroes del mal: tenemos que hablar de Aritz

por 

- Zoe Berriatúa debuta valientemente en la dirección de largometrajes mostrando, en un drama sin concesiones sobre la iniciación, qué puede llevar a un adolescente a sucumbir a la violencia

Los héroes del mal: tenemos que hablar de Aritz
Jorge Clemente, Beatriz Medina y Emilio Palacios, en Los héroes del mal

Pocas horas antes de que un chaval de 13 años irrumpiera en un centro educativo de Barcelona y matase a un profesor e hiriese a cuatro personas, una película presentada a competición en la sección oficial del 18 Festival de Málaga Cine Español nos advertía de que barbaridades así pueden suceder no lejos de nuestras casas. Los héroes del mal [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, primer film del hasta ahora actor, cortometrajista y autor de libros de ilustraciones –como Monstruos del subconsciente colectivoZoe Berriatúa (leer entrevista) indaga en los motivos por los que alguien que está buscando su definición y lugar en el mundo puede descarriarse hasta límites insospechados... e incontrolables.

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Protagonizada por Jorge Clemente (en el complejo papel de Aritz), Beatriz Medina y Emilio Palacios, con guión del propio Berriatúa y producción de Nadie es Perfecto PC, Pokeepsie Films (de Alex de la Iglesia) y La Bestia Produce PC, Los héroes del mal comienza con la llegada al aula, el primer día de curso: en ese momento se van a otorgar los roles que cada uno tendrá que asumir el resto del año: el líder, el tonto, el marginado, la guapa, etc. Tres de ellos parece que serán las dianas de las burlas generales, a no ser que logren quitarse los sambenitos de raros... transfiriéndolos a otros. Es entonces cuando entran en una espiral que parece divertida, como una travesura infantil, pero que se les irá de las manos...

Para mostrar ese proceso, Los héroes del mal se divide en dos partes diferenciadas por su tono. La primera, que no oculta la influencia de Jules y Jim, es ligera, amable y casi feliz: retrata el conocimiento, los secretos, las complicidades, el afecto infinito y los refugios. Berriatúa acentuará durante todo el film esa intensidad casi “wagneriana” propia de la edad con una banda sonora que incluye piezas de Sibelius, Britten, Telemann, Prokofiev, Vivaldi y Khatchaturian, entre otros. La segunda, cuando sus juegos adquieren un aspecto grave y peligroso, comienza a aguijonear nuestra conciencia y empuja al espectador a cuestionarse su moralidad. Berriatúa se atreve a dar ese volantazo narrativo hacia la gravedad para escupirnos, sin maquillajes, por qué un chaval puede llegar a descarriarse fatalmente, sin que nos demos cuenta.

Obviamente, quienes peor lo pasarán contemplando esta película serán los padres de chicos en la conflictiva edad que retrata el film: una profesora es la única adulta que aparece en una cinta que nos introduce de cabeza en el universo adolescente, donde los progenitores apenas existen, son extraños y ajenos a lo que sienten, padecen y perturba a los chavales. Pero también quien no tenga hijos puede identificarse con lo que retrata este film: todos hemos pasado alguna vez por situaciones similares, nos hemos sentido raros, confusos, diferentes, marginados y con ganas de dejarnos llevar por turbios impulsos. Berriatúa nos lo revive mientras nos alerta sobre lo indefensos que están y sensibles que son ante el lado oscuro quienes sufren el difícil tránsito hacia la madurez. Y eso duele.

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