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VENECIA 2015 Competición

11 Minutes: Skolimowski se atreve con una segunda juventud

por 

- VENECIA 2015: El maestro polaco vuelve con una propuesta de entretenimiento casi hollywoodiense tan divisora de opiniones como lo fue hace cinco años Essential Killing

11 Minutes: Skolimowski se atreve con una segunda juventud
Andrzej Chyra y Dawid Ogrodnik en 11 Minutes

Cinco años después de conquistar dos premios y levantar tantas ampollas como aplausos con Essential Killing [+lee también:
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, Jerzy Skolimowski regresa a la competición por el León de Oro de la Mostra de Venecia con un orgullo juvenil sorprendente para un cineasta de 77 años de edad. Ya desde el título, 11 Minutes [+lee también:
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, podemos intuir la velocidad a la que vamos a circular a lo largo de los apenas 81 minutos de metraje.

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La zona metropolitana más moderna de Varsovia, capital del país natal del director, es el escenario central en el que se entrelazan varias historias: un marido inquieto se apresura para llegar al hotel en que su mujer recibe propuestas indecentes de un productor; un tipo de mantenimiento de edificios se toma su descanso en la habitación de una vecina; un camello recorre velozmente en moto las calles de la ciudad para hacer una entrega y, posteriormente, reunirse con un vendedor de perritos calientes de turbio pasado; una joven suicida se reúne con su ex pareja para recuperar el perro; en otras partes de la ciudad, un equipo de una ambulancia supera a un violento en las escaleras para llegar hasta un hombre enfermo y una mujer rompiendo aguas; un adolescente fracasa en un intento de robo…

El número de historias es tan amplio como limitada la profundidad que se pretende alcanzar en ellas. El avión que vuela bajísimo, desquicia a las aves y atrona a los personajes y a los espectadores no deja lugar a dudas: el interés radica en descubrir la manera en que todas estas tramas sin conexión aparente van a mezclarse en un clímax final revelador, hacia el que nos aproximamos como esperando una catástrofe. El recorrido está trazado con un acabado formal magistral. La banda sonora contribuye eficazmente al suspense a la vez que el montaje pauta la senda del thriller de acción, y Mikołaj Łebkowski hace gala de una gran gama de recursos con la fotografía: planos en primera persona desde un perro, desfiguración de rostros como reflejo de la ingesta de alucinógenos, una preciosa cámara lenta a contraluz para ver cómo explota una burbuja de espuma…

Skolimowski parece intentar deslizar de paso reflexiones sobre el sometimiento permanente de los ciudadanos ante la cámara, a decir de un prólogo en el que vemos escenas rodadas con teléfonos móviles, webcams o cámaras de seguridad, pero no logra transmitirnos ninguna tesis con cuerpo y enjundia ni sobre este asunto ni sobre las crisis que desatan los actos de sus personajes. Tal vez estos elementos, en realidad, no sean más que los canales de un guion exuberante y equilibrado, obra del propio director, por los que avanza este fascinante producto de prestidigitación cinematográfica tan nihilista como endiabladamente entretenido.

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