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BERLINALE 2016 Panorama Special

Tomcat: cuando el gato no está...

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- BERLÍN 2016: Un gesto inexplicable lleva a un callejón sin salida la relación idílica de una pareja de músicos

Tomcat: cuando el gato no está...

En su primer largometraje como director, la aclamada März, el actor austríaco Klaus Händl hundía un pueblo tirolés en la incomprensión a causa del suicidio inexplicable de tres amigos. En su segunda película, Tomcat [+lee también:
tráiler
ficha de la película
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, proyectada en la sección Panorama Special del Festival de Berlín, la pastoral se traslada a unas viñas en las afueras de Viena, donde viven una pareja de músicos. Stefan y Andreas han construido una vida idílica. Entre los conciertos que dan con su orquesta —de la que Andreas es el mánager y Stefan, trompetista—, cuando no están rodeados por sus amigos músicos, todos diferentes pero calurosamente en harmonía (tanto sobre el escenario como cuando echan a cantar espontáneamente, en coche o al calor de varias botellas de vino), hacen mermelada con los frutos del jardín, bailan a ritmo de jazz de un cuarto al otro de su preciosa casa, hablan y se acarician. Incluso su gato, Moïse, es perfecto, ronroneando a su lado, calentando al sol su pelaje, posándose en sus regazos para llevarse alguna caricia, paseando sus patitas por las teclas del piano. El adorable felino completa bien un cuadro envidiable, el de una familia feliz, acomodada, culta, llena de amor y rodeada de amistades, viviendo bajo un cielo azul y resplandeciente.

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Y de pronto, una mañana, Stefan tiene un gesto brusco e inexplicable —que no tenemos ni tiempo de comprender— y el gato aparece, inmóvil, sobre la mesa del desayuno. En un segundo, la pareja ideal está mutilada. La voluntad de mantenerse unidos y de superar la crisis sigue ahí, pero no es suficiente para que Andreas aparte la duda, la vergüenza, el miedo, la repulsión, incluso. Los dos amantes, que se miraban con tan buenos ojos esa misma mañana, ya no pueden ni mirarse, sin saber exactamente por qué (puesto que la causa del gesto brutal de Stefan, normalmente tan tierno, sigue sin elucidarse), y el muro de incomprensión y de impotencia que se levanta entre ellos se ve reforzado por el miedo a que, hagan lo que hagan, la situación sea irreparable.

Respaldado por las sutiles interpretaciones de sus actores, Lukas Turtur y Philipp Hochmair, Händl ha logrado en Tomcat dos tours de force. En primer lugar, nos brinda una representación realista del amor idílico que roza, sin tocar jamás, el exceso de perfección que haría empalagosa esta felicidad (como sucede, por ejemplo, en la película de Varda del mismo nombre); pero, sobre todo, Händl apunta a uno de los fenómenos más perturbadores que puedan afectar a las relaciones humanas: el hecho de que una sola palabra o un solo gesto que deje entrever en un ser querido el fragmento de un individuo que parece completamente extraño pueda, en un instante, destruir el afecto más poderoso, y que toda la voluntad del mundo no sirva de nada para reparar esta brecha, barrera que no aparece nítidamente ni como irremediable ni como susceptible de desaparecer tan fácilmente como surgió, mediante una operación de alquimia igualmente misteriosa. Y a esta alquimia que hace y deshace el amor, Händl ha tenido la buena idea de darle una forma entre las más graciosas y enigmáticas que existan: una forma felina.

Tomcat ha sido producida por el brillante colectivo vienés Coop99.

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(Traducción del francés)

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