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CANNES 2016 Semana de la Crítica

I tempi felici verranno presto: en las profundidades de la naturaleza

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- CANNES 2016: El italiano Alessandro Comodin presenta una película sensitiva y críptica que nos sumerge en el corazón oscuro del bosque y de las fábulas

I tempi felici verranno presto: en las profundidades de la naturaleza
Erikas Sizonovas en I tempi felici verranno presto

Después de dar de que hablar con L'estate di Giacomo [+lee también:
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, el italiano Alessandro Comodin entró a formar parte de ese pequeño grupo de cineastas europeos aventureros amablemente apadrinados por la joven figura tutelar del portugués Miguel Gomes, aspirando a dirigir las exploraciones hacia las raíces del séptimo arte con el respaldo de una red de productores sin miedo a la experimentación. Con I tempi felici verranno presto [+lee también:
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, presentada en una proyección especial en el marco de la Semana de la Crítica del 69º festival de Cannes, Alessandro Comodin no se desvía de esa línea artística intransigente en la que reinan la sensación, los gestos, la luz, el sonido, la ruptura narrativa y el rechazo a toda explicación psicológica o de cualquier otro tipo. Sus decisiones transitan la frontera entre la ficción y el documental y no excluyen un sustrato conceptual e intelectual a base de elipsis que hacen de la película una obra de un hiperrealismo cripto-simbólico impenetrable para algunos a la vez que otros se sumergen cómodamente en su propuesta como se sumerge uno en lo desconocido.

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Construida en dos partes que poco a poco se replican y entretejen vínculos, I tempi felici verranno presto avanza siempre a escondidas. Empieza como una película de evasión (¿de dónde? No lo sabemos) con una larga carrera perdida y agotadora a través del bosque y en una oscuridad intensa, el primer "capítulo" presenta cómo el delicado Tommaso (Erikas Sizonovas) y el espabilado Arturo (Luca Bernardi) se esconden en las profundidades de la selva y sobreviven en ella con una indigencia ascética (se alimentan de raíces, tienden una trampa a un conejo, se bañan en los torrentes, caminan sin descanso, se juntan alrededor del fuego) hasta que tiene lugar su encuentro con los humanos y la violencia. Otro regreso a la naturaleza emprende Ariane (Sabrina Seyvecou), la protagonista del segundo episodio y la heroína de una especie de alegoría introducida por un cuento relatado entre ambas narraciones: la historia de un lobo que, cada 40 años, se enamora de una cierva blanca, quiere casarse con ella, adquiere una crueldad casi humana y acaba matándola de rabia. Alessandro Comodin filma esta fábula encarnando a sus protagonistas en las figuras de exploradores subterráneos (una espeleología a la manera de los viajes en los territorios del inconsciente) que posteriormente experimentan una regresión voluntaria al estado salvaje: una ruptura con la sociedad que es un intento desesperado de curarse de una grave enfermedad pero que no desembocará en otra cosa que en una forma de fusión y de sacrificio con las fuerzas despiadadas de la naturaleza que dominan la rueda eterna del tiempo.

I tempi felici verranno presto necesita mucha manga ancha del espectador para poder apreciar en su totalidad el impresionante trabajo de imagen (el director de fotografía Tristan Bordmann esculpe literalmente la sombra y la luz) y el arte de la síncope (narrativa y sonora) que devuelve oportunamente el oxígeno a la película cuando está a punto de dejarse subyugar por su propia búsqueda de abismos. Un viaje en la naturaleza y el espacio-tiempo que han producido Okta Film, Shellac y Arte France Cinéma y cuya agente de ventas internacionales es The Match Factory.

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(Traducción del francés)

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