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PELÍCULAS Francia

Nocturama: una brillante pesadilla

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- Bertrand Bonello firma una magistral puesta en escena para una película que aborda un asunto tan arriesgado y delicado como de rabiosa actualidad: el terrorismo

Nocturama: una brillante pesadilla

Cuando el arte y la actualidad se relacionan entre sí, no es fácil ceder a las sirenas de la simplificación, conseguir abstraerse y abstenerse de proyectar en la obra todos los sentimientos colectivos a flor de piel provocados por los perturbadores y dolorosos acontecimientos que resultan ser los atentados. Y sería muy perjudicial acusar de intenciones tóxicas a Bertrand Bonello, que escribió la primera versión del guion de su nueva película, la excepcional Nocturama [+lee también:
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, hace más de un lustro. Todo lo contrario: el cineasta ofrece una mirada cinematográfica originalísima sobre el fenómeno del terrorismo al alejarse totalmente de la cuestión de las causas y las explicaciones y centrándose, en su lugar, en el desarrollo del acto durante una tarde y la noche que la sigue en torno a diez jóvenes que acaban de detonar en París toda una serie de explosivos, tras lo que se esconden en unos grandes almacenes de la capital francesa.

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Entre ellos no hay yihadista alguno. Como indican los pequeñísimos índices, se trata de rebeldes nacidos de las derivas del sistema capitalista, niños de una época de desempleo que ven en Internet cómo las cifras de beneficios de los bancos se disparan al tiempo que se preparan planes de despidos masivos: una mezcla jovencísima de gente de la periferia (algunos de los cuales trabajan en la seguridad) y estudiantes, incluido un representante de la élite de las grandes escuelas de París (el único con un discurso político mínimamente embrionario sobre "la democracia que prefiere fabricar sus propios enemigos y no quiere ser juzgada más que a través de ellos, en lugar de hacerlo en función de sus resultados"). El director deja en elipsis el encuentro y los preparativos de esta extraña asociación de circunstancias (en las que debemos incluir meros asuntos amorosos): los contados flashbacks entrecortan una primera mitad de la película llevada a golpe de tambor y en montaje alterno (jugando con el tiempo del reloj y los sutiles retrocesos al pasado) sobre cómo se colocan y se detonan las bombas. Un cruce muy rítmico (pautado por la música electrónica) de desplazamientos casi totalmente mudos en el metro y por las calles de París, a cargo de pequeños comandos o individuos aislados: algunos abren puertas estratégicas a otros antes de eclipsarse, otros se comunican por SMS codificados… ¿El blanco? Entre otros, una sala de reuniones del ministerio del interior; la 28ª planta, en obras, de un edificio de la Defensa; la estatua de Juana de Arco en la place des Pyramides, o un banquero que abatir en su propio domicilio.

Una vez cumplidas sus respectivas misiones, los aprendices de terroristas se reagrupan en unos grandes (inmensos) almacenes de París, cuya seguridad y vigilancia es suprimida por uno de sus propios trabajadores. Empieza una larga noche de espera dentro de ese templo al consumo, donde los jóvenes, para pasar el rato, satisfarán sus deseos (un poco como los personajes de El día de los muertos, de George Romero lo hacían en un gigantesco centro comercial) entre maniquíes de cera que les devuelven extrañamente sus imágenes. Ropa de marca, los videojuegos más rompedores, comidas gourmet, bañeras y hasta karting... Pero la tensión se palpa en el ambiente y algunos tienen la tentación de esquivarse; otros se cuentan algunos secretos… Sus actos terroristas no pasarán sin castigo al cabo de una noche que Bertrand Bonello filma como un western moderno con la maestría de su puesta en escena y la gran imaginación que caracteriza su trabajo (sirvan de muestra sus anteriores películas: Casa de tolerancia [+lee también:
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y Saint-Laurent [+lee también:
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, ambas estrenadas a concurso en Cannes).

Nocturama es una obra apasionante y portentosa que abre la puerta a múltiples reflexiones más allá de su superficie “molesta” y nos sumerge en el corazón de una pesadilla de tomo y lomo en la que el único terrorista que invoca la religión, en sus últimos instantes y por angustia ante la muerte que se acerca, recibe inmediatamente el desaire de uno de sus cómplices, quien le recuerda que, durante la guerra entre Irán e Irak, primero se enviaba a los asnos para descontaminar el campo de minas y, cuando ya se negaban a marchar por los terrenos minados, se mandaba a los muchachos.

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(Traducción del francés)

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