17/08/2016 - LOCARNO 2016: En su primer largometraje, presentado en la Semana de la Crítica del festival suizo, Anna Zamecka se mete en la cotidianidad de una familia que fluctúa entre la normalidad y el caos

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tráiler
ficha de la película], de la polaca Anna Zamecka, presentado en la Semana de la Crítica del Festival de Locarno, son Ola, una jovencita de diez años de edad con una sabiduría a sus espaldas que parece hacerla centenaria, y su hermano Nikodem, quien, a pesar de sufrir de autismo, debe enfrentarse por sí solo a una cotidianidad que no consigue descifrar, como si su diferencia no fuera otra cosa más que un capricho. La infancia, la alegría de descubrir el mundo a través de la ingenuidad, es un lujo que Ola y Nikodem no pueden, desde luego, permitirse, dado lo ocupados que están en colmar las lagunas dejadas por la ausencia de sus padres y la indiferencia de los adultos. Y, aún así, la necesidad de despreocupación logra asomar la cabeza hasta en las situaciones más difíciles. Así es como una fiesta improvisada en el gimnasio de la escuela se transforma para Ola en un suministro de oxígeno vital y la cercanía de la primera comunión de Nikodem, en un acontecimiento imprescindible, en un objetivo soñado en el marco de una vida tan triste que a veces roza lo grotesco. “No hay nada normal en este lugar”, grita Ola de regreso de la fiesta del colegio, como si cada vez que pone el pie en casa, el sueño de una vida normal se quebrantase poco a poco.

En el seno de esta familia magullada, dirigida por una chiquilla que ni siquiera es todavía adolescente y que trata como puede de sustituir a un padre alcohólico y una madre fantasma (que aparece sólo brevemente a mitad de metraje para desaparecer después definitivamente), se encuentra Nikodem, que expresa a duras penas un malestar que no logra entender, encarcelado en un mundo complejo cuyas leyes sólo él conoce. “Prohibido a los mongolos”, lee Ola en un dibujo borrajeado en el cuaderno de religión. Nikodem sabe que es distinto pero no logra dar nombre a esta diferencia que tiene la ligereza del viento y la gravedad de la desesperación. “Soy un Dios, soy un medio Dios”, grita en el micrófono de una iglesia vacía, y nosotros querríamos creerlo. ¿Será justamente él la voz de la verdad, esa alegría que le falta cruelmente a Ola? Lo que está claro es que, más allá del componente trágico de la historia que cuenta, Communion consigue sacarnos una sonrisa (el momento en que Nikodem mira cara a cara al sacerdote y le dice que la gula no es un pecado sino una virtud es memorable) y conmover en su reivindicación de una inocencia que aún no se ha apagado del todo.

Anna Zamecka consigue capturar el día a día de sus protagonistas con una fuerza y un respeto extraordinarios: “Para registrar esta maraña de objetos y sentimientos, la cámara tuvo que convertirse en el cuarto miembro de la familia”, admite la propia directora. En los momentos en que Ola debe utilizar toda su fuerza para que no caiga la cámara, frontal y decidida, parece sostenerla sabiendo que debe volverse discreta en los momentos en que los sentimientos se asoman con pudor: cuando los rostros adormecidos despuntan sobre un montón de mantas mal dobladas o cuando las lágrimas desfilan desesperadas. Communion es un primer largometraje fuerte e intransigente sin miedo a mostrar la realidad de una familia polaca, como tantas otras existentes actualmente, tal y como es: cruel pero verdadera, llena de pequeñas y grandes esperanzas, como ésa sencilla de festejar una primera comunión. 

CAT&Docs gestiona los derechos internacionales de la película.

(Traducción del italiano)