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CANNES 2017 Competición

Sin amor: el yunque y el martillo

por 

- CANNES 2017: Andrey Zvyagintsev firma una cinta brillante e implacable, brutalmente siniestra, sobre un niño caído en las garras del odio

Sin amor: el yunque y el martillo
Maryana Spivak y Matvey Novikov en Sin amor

“Dios y el Diablo en el mismo saco”. De vuelta por tercera vez a la competición del Festival de Cannes, donde su última aparición le valió el premio a mejor guion por Leviatán [+lee también:
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, el penetrante y mordaz cineasta ruso Andrey Zvyagintsev no hace ninguna concesión a los corazones sensibles en su nuevo trabajo, la negrísima cinta Sin amor [+lee también:
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entrevista: Andrey Zvyagintsev
ficha de la película
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, primera en proyectarse de las 18 candidatas a la Palma de Oro 2017. Acrecentando aún más su profundo análisis de los males que asolan a su país y a la humanidad contemporánea en general, el realizador ha sacado la artillería pesada para exponer las consecuencias dramáticas para las generaciones más jóvenes de un estado de ánimo generalizado de depresión, ultramaterialismo y odio, anestesiado por las nuevas tecnologías y nutrido por un clima de guerra que recuerda al eterno retorno. Pero este mensaje brutal, que algunos podrían tachar de misantrópico y en el que otros no leerán sino una absoluta desesperación, es ofrecido por el cineasta envuelto en una perfección formal tal que su punto de vista radical cierra el círculo sin dificultades.

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“El chico”. Así que es como Boris (Alexey Rozin) y Zhenya (Maryana Spivak) se refieren a su único hijo, Aliocha (Matvey Novikov), de 12 años, cuando un detective trata de averiguar dónde podría estar el niño desaparecido interrogando a sus padres, que están divorciándose y que solo han reparado en su ausencia después de más de un día y medio. Hay que decir que el muchacho tenía serios motivos para escapar del tóxico apartamento familiar, como ilustra la explosiva entrada en materia del film (tras un sublime prólogo en los bosques que rodean a los bloques de edificios donde vive la familia de Aliocha). Y es que los padres están inmersos en una guerra en estado más que avanzado. Se lanzan insultos constantemente, y ninguno de los dos quiere quedarse con Aliocha, un chico “que llora por nada” y que está destinado a un internado (“eso le preparará para el servicio militar”). Solo el miedo de su jefe, un integrista ortodoxo que prohíbe el divorcio a sus empleados, frena a Boris, que se refugia en la comida, mientras que Zhenya está completamente adicta a su smartphone y a las redes sociales. El odio entre ambos está en su punto álgido, pues los dos esposos ya tienen en marcha otras historias. Aliocha, llorando silenciosamente tras la puerta del cuarto de baño, les sorprende en una discusión nocturna... Lo que sigue es una vasta operación de búsqueda, que Zvyagintsev usará para someter a la sociedad rusa a un escrutinio implacable y violento.

Este cáustico retrato de la realidad del amor hecho trizas —amor que quizás nunca existió—, de una existencia en la que el miedo de dar la vida compite con el de abortar, en la que el resentimiento contra el otro va acompañado del autodesprecio, se extiende claramente a lo político (algo que el cineasta no trata de esconder), en una atmósfera que sugiere la aceptación del inminente fin del mundo. Un universo negro y desolado que se inscribe en la línea de las obras anteriores del realizador, que en esta ocasión ha creado un film sombrío, potente y rigorista, con una genial puesta en escena en la cual destaca la contribución del excelente director de fotografía, Mikhail Krichman.

Producida por Rusia (Non-Stop Productions) junto con Francia (Why Not Productions, ARTE France Cinéma), Alemania (Senator) y Bélgica (Les Films du Fleuve), Sin amor es vendida internacionalmente por Wild Bunch.

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(Traducción del francés)

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