04/07/2017 - El primer largo de Adrian Goiginger, que ganó el premio a mejor actriz en Moscú, es una historia conmovedora sobre el amor de la familia y la rendención

Una de las historias sobre la familia más poderosas en estrenarse este año, The Best of All Worlds [+lee también:
tráiler
ficha de la película], primer largo del director austríaco Adrian Goiginger, ganó un merecido premio a mejor actriz por Verena Altenberger en el 39º Festival Internacional de Cine de Moscú (22-29 de junio). Escrita e interpretada de manera impecable, la cinta, que se inspira en hechos reales, logra adentrar al público en un mundo aparte y convencer de que "no hay casos perdidos, solo gente sin esperanza".

Ambientada en Salzburgo a finales de los 90, la película cuenta la historia de un chico de siete años llamado Adrian (el talentoso Jeremy Miliker) que vive con su madre, Helga (Altenberger), y su amante, Günter (Lukas Miko). La primera vez que vemos a Adrian está cerca de un río, donde su madre y sus amigos van a disfrutar de una noche acampando en torno a una hoguera. El niño encuentra la punta de una flecha, descubrimiento que enciende su imaginación, propensa a inventar aventuras e historias. Pero lo que podría parecer una noche feliz bajo las estrellas se convierte en algo mucho más oscuro y amenazador, pues el público no tarda en descubrir que los padres de Adrian y sus amigos son drogadictos esperando a su próxima dosis.

Explorando acontecimientos que sucedieron en su infancia, el director y guionista, de 26 años, entrelaza hábilmente dos mundos que nunca deberían encontrarse. Uno de esos mundos es el de Adrian, que parece ser muy feliz en el apartamento de su familia, sin comprender los hábitos toxicómanos de Helga y sus amigos. Es evidente que la madre ama intensamente a su hijo, y siempre está dispuesta a satisfacer la desbordante imaginación del muchacho contándole una buena historia, pero es extremadamente difícil no horrorizarse cuando vemos que Helga está igualmente dispuesta a satisfacer su necesidad de consumir heroína y otras drogas. Hay una escena en la que Helga y Adrian preparan una "poción mágica" —es decir, una bebida opiácea— recitando hechizos y palabras mágicas; es un ejemplo perfecto de la flexible perspectiva que tiene Helga sobre qué es una actividad en familia saludable.

Hay algo extremadamente inquietante en ver a Adrian jugar entre adultos que van sumiéndose lentamente en un aturdimiento inducido por drogas, pero The Best of All Worlds consigue demostrar convincentemente que ambos mundos pueden coexistir con naturalidad. Sin embargo, los espectadores perciben esa yuxtaposición como una abominación, sentimiento que se ve potenciado por técnicas hábiles y eminentemente visuales empleadas por el director a fin de mostrar que solo la suerte evita que esos hábitos creen situaciones que pongan en peligro la vida.

Con la ayuda de los directores de fotografía Yoshi Heimrath y Paul Sprinz, el realizador encuentra maneras muy creativas de mostrar que Helga y su hijo viven en un mismo mundo, que es observado y comprendido a través de lentes muy diferentes. Helga y sus amigos ven el mundo a través de su adicción, perspectiva bajo la cual el hecho de poner en peligro la vida de un niño parece admisible y perdonable, mientras que Adrian ve el mismo mundo a través de su extraordinaria imaginación y su inclinación a las historias fantásticas, en las que caballeros valientes se enfrentan a terribles monstruos. El gran logro del guion de Goiginger es confrontar las dos perspectivas y ofrecer al público una lección sobre qué es importante en la vida.

The Best of All Worlds está producida por la compañía austríaca Ritzlfilm y coproducida por Lailaps Pictures (Alemania).

(Traducción del inglés)