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CINÉMA DU RÉEL 2018

Crítica: Terra Franca

por 

- La portuguesa Leonor Teles cuenta una delicada y tierna historia sobre el paso del tiempo, con la ayuda de la figura carismática de un humilde pescador de río

Crítica: Terra Franca

Oso de Oro al mejor cortometraje en Berlín en 2016 con Balada de um batráquio, la joven cineasta portuguesa Leonor Teles eligió volver a su ciudad natal, Villa Franca de Xira, cerca de Lisboa, para grabar su primer largometraje, el documental Terra Franca [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, que fue presentado en primicia mundial y en competición internacional en París, en la edición 40º del festival Cinéma du Réel.

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Algunos rostros parecen estar tallados sobre piedra y sin embargo esconden una enorme expresividad. Así es el caso de Albertino Lobo, humilde pescador solitario del río Tajo, en su pequeña embarcación a motor. Lacónico y con una gran amabilidad, el hombre bigotudo de cerca de 45 años es el personaje principal de una película que oculta un poco su intención. De hecho, después de exponer tranquilamente la vida cotidiana del protagonista (levantarse antes del alba, pasar por la cafetería que lleva su mujer Dalia, trabajar en el Tajo para recoger camarones o almejas con mucho esfuerzo y también esbozar el resto de su entorno familiar compuesto por sus dos hijas Laura y Lúcia, su yerno Tiago y su nieta pequeñita Alice), la película trata el drama social (el material de pesca de Albertino es incautado porque a partir de ese momento la zona es una reserva natural donde se necesitan autorizaciones para lanzar redes y nuestro protagonista está a la espera sin saber si obtendrá los permisos) para acabar evolucionando hacia un retrato familiar y generacional cuyo punto culminante es una boda.

El rechazo a la dramatización es lo que le da todo el encanto y el valor a Terra Franca, que prefiere proceder con pequeñas pinceladas para pintar el cuadro de la vida que pasa y se transmite igual que el gran río que corre, y el enorme puente que permite atravesarlo. Ambos son omnipresentes en la existencia de Albertino, ya sea en su barco contemplando el paisaje o fumando delante de su casa. Porque este hombre de muy pocas palabras nos contará en el fondo mucho más sobre la situación de su país (“matan a la gente de hambre“), sobre el amor hacia los seres queridos, sobre el pasado, sobre su percepción simple de la vida. Sin embargo, la película proporciona también a lo largo de las estaciones (del otoño al verano) el marco de una pareja rutinaria y solidaria y del paso de responsabilidades a una nueva generación con todas sus diferencias. Todo esto sin giros, sin cambios bruscos, lo que podría llevarla fácilmente a ser una crónica aburrida, pero no porque, gracias a la sensibilidad de la realizadora, consigue restituir finalmente el carácter atractivo de sus personajes y dar un nuevo impulso a la historia cuando casi deja sin respiración, especialmente con la ayuda de algunas canciones de Nat King Cole o Otis Reeding, y de los preciosos planos sobre el río (Leonor Teles también es directora de fotografía en la película). Sumergiéndose al ritmo de la corriente inalterable de la existencia, Terra Franca rinde un discreto homenaje a las personas humildes en las antípodas del espectáculo, una elección que reclama cierta paciencia por parte del espectador, pero que da sus frutos a largo plazo.

Producida por Uma Pedra no Sapato, Terra Franca se vende a nivel mundial por la empresa austríaca Filmdelights.

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(Traducción del francés por Begoña Carrasco González)

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