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PELÍCULAS / CRÍTICAS

White Palms

por 

- Del Bloque del Este a Occidente, llegan las vivencias de un gimnasta húngaro en un mundo brutal y la confirmación del talento de un joven cineasta del mismo país.

Una generación excepcional. Herederos de una sólida tradición cinematográfica, los jóvenes directores húngaros vienen desde hace unos años emergiendo al éxito. Ejemplos claros son György Pálfi, Benedek Fliegauf, Kornel Mundruczo, Ferenc Török, Nimrod Antal, Agnes Kocsis o Roland Vranik. Una eclosión representada el año pasado en el Festival de Cannes con tres cintas seleccionadas, en especial en la Quincena de los Realizadores con White Palms [+lee también:
tráiler
entrevista: Szabolcs Hajdu
ficha de la película
]
, de Szabolcs Hajdu. Nacido en Debrecen, el director de 35 años encarna a la perfección esta renovación del cine magiar y la creatividad de los cineastas educados en el corsé de la Hungría comunista antes de descubrir e intentar adaptarse a un mundo tan nuevo como inestable tras la caída del Muro de Berlín. Una identidad compleja y propicia a una relectura cinematográfica de la Historia reciente inyectada de incertidumbres del presente. Y un "dos en uno" que permite tocar un amplio conjunto temático (social, económico, cultural) centrándose siempre en historias humanas donde las cuestiones existenciales eliminan las fronteras.

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Autor de dos prometedores primeros largos (Sticky Matters en 2001 y Tamara en 2004), Szabolcs Hajdu elige como hilo conductor de White Palms el mundo de la gimnasia de alta competición. Antiguo campeón retirado debido a una lesión grave, el húngaro Miklos Dongo (interpretado por el hermano del cineasta, Zoltán Miklós Hajdu, actual miembro del Circo del Sol de Las Vegas), se convierte en el entrenador en Canadá de uno de los gimnastas con más talentos del país, el arrogante Kyle (encarnado por Kyle Shewfelt, medalla de oro en suelo en los Juegos Olímpicos de Atenas). De ahí nacerá una confrontación que evolucionará hacia el afecto mutuo, dando la oportunidad al director (que firma el guión) de proceder a un largo flashback hacia el corazón del tema: el entrenamiento disciplinario en Hungría sufrido por el joven Dongo. De modo casi documental, este paisaje retrata con gran precisión la violencia psicológica y física a la que se somete este aprendiz campeón de diez años bajo las órdenes de un entrenador tirano y bajo la mirada de padres obsesionados por el éxito deportivo del chico. Traumatismos sobriamente tratados en la monotonía de la vida en Hungría en la era del Bloque del Este que obstaculizarán la vida del adolescente, después hombre, apasionado por la libertad y la ligereza, pero encarcelado en brutalidad, en ambiciones y en la codicia del mundo. Un conflicto interior que encamina años más tarde la trayectoria de Dongo, junto a su protegido canadiense, a campeonatos del mundo organizados en Hungría, momento a partir del cual afrontarán la mala suerte y desatarán nudos del pasado.

Dotado de un excelente sentido del encuadre y del ritmo, Szabolcs Hajdu demuestra con White Palms un potencial asombroso, casi más impresionante en la austeridad y sutileza al dirigir a los actores que en las valerosas escenas donde se ve evolucionar a los gimnastas en el aire (sobre todo en un final asombroso). Un talento que ha seducido a los franceses Peter y Mathieu Kassovitz, dos de los productores ejecutivos de la película, que han ayudado con sus consejos. Distribuida en Francia por Epicentre Films, White Palms revela de manera incontestable a un cineasta de valor y que ya se ha lanzado, junto a sus cómplices productores de Katapult Film y de FilmPartners, a la producción de la intrigante Bibliothèque Pascal (leer noticia).

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(Traducción del francés)

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