El director turinés Giorgio Cugno nos habla de su primer largometraje, Vacuum, en el que cuenta el infierno de una joven que lucha contra la depresión posparto a la que da vida Simonetta Ainardi. La película compitió en el 13° festival de cine europeo de Lecce, donde además del premio Cineuropa obtuvo el premio especial del jurado, el FIPRESCI y el galardón de 5000 euros.

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Giorgio Cugno: Al principio era un documental, que estuve rodando a lo largo de un año. Cuando terminé y vi el material rodado, no quise llevar adelante este proyecto, por razones éticas, personales. Estaba caminando sobre el vacío. El peligro era utilizar el sufrimiento ajeno, y esa no era mi intención. Paré el proyecto y el material rodado sirvió para hacer el primer boceto del guión y, sobre todo, para construir el personaje con la actriz.

La película muestra detalles muy íntimos de la maternidad. ¿Cómo te has documentado?
Durante el rodaje nos acompañó personal médico, además de las entrevistas que han servido para la escritura del guión. Con respecto al utilizo de elementos cotidianos, he pensado que podían ser la mejor manera de narrar algo tan íntimo.

¿Qué le pasa a la joven madre durante la película?
Durante la primera parte de la historia tenemos una situación clásica y serena en la que una mujer se convierte en madre. Luego, con el paso del tiempo, se llega a un declino interior hasta que la protagonista se pierde dentro de sí misma. Es como si una mujer, y me permito de hablar de ello sin ser mujer, espero no resultar arrogante por ello, perdiese un vínculo con sí misma al dejar de tener que ocuparse sólo de ella misma. La protagonista, durante la película, es como si perdiese su identidad hasta convertirse en un instrumento de nutrición.

Con respecto al estilo, usas frecuentemente encuadres desenfocados. ¿Qué querías expresar con ello?
La técnica y la estética han sido decididas durante la escritura del guión. Ha sido rodado casi todo en interiores con una lente de 50mm para reducir al máximo la profundidad de campo y conseguir un efecto sofocante, como si la casa fuese una especie de útero que se cierra sobre la protagonista. El objetivo era crear una narración física, el hecho de estar siempre encima de la protagonista con primeros planos es un intento de entrar bajo su piel. El 50mm ha funcionado perfectamente porque te permite gestionar el foco con movimientos rápidos, hasta en cortas distancias. Los planos desenfocados se deben a su poder desestabilizador y aumentan a lo largo del metraje, conforme la protagonista empieza a perderse.

¿De qué manera podría considerarse tu película como el retrato de una generación?
Hoy por hoy, y hablo de mi generación, con frecuencia se es padre como una especie de paliativo o como una solución a algo, o de modo totalmente inconsciente, para alcanzar algo, normalmente sin imaginar qué proporciona un hijo y que hay que estar dispuestos a ponerse en segundo lugar.
Lo difícil ha sido sintetizar en una sola figura las tantas historias y narraciones. Es como si la actriz Simonetta Ainardi encarnase todo el material recogido en esas entrevistas.

Además, eres coprotagonista de la película. ¿Cómo elegiste a la actriz para el papel de la joven madre?
Más que una actriz, necesitaba encontrar una mujer capaz de soportar esa carga emotiva. Un actor o una actriz, obviamente, antes de eso son seres humanos. He tenido que buscar una persona fuerte. Hemos hecho un cásting bastante largo, aunque en realidad ha sido más corto que el del niño. En cuanto a mi papel, como resultado del trabajo con la actriz, después de un tiempo (y el trabajo con la actriz ha sido largo en la construcción de su personaje), hemos encontrado una especie de sinergia. Fue ella misma la que me sugirió trabajar juntos, algo que por otro lado ya habíamos hecho antes.