Rallia, una joven de 19 años, vuelve en busca de respuestas a su tierra natal tras una larga estancia en el extranjero. Rallia avanza con soltura hasta llegar a una planicie dominada por un sol abrumador donde encuentra a su enjuto y encorvado abuelo. Junto a la ruinosa casa de piedra y paja la joven le interroga sobre el paradero de su madre. Este, seco y esquivo, no habla mucho, tan solo que trabaja en la gran ciudad durante la semana. No volverá hasta el viernes. Rallia espera mientras convive con su abuelo y su otra hija, Nedja, cuarentona, pequeña, perturbada y coja. Pesa a las diferencias existentes, la niña de ciudad decide ayudar a su tía a proporcionar agua y auxilio a los desfavorecidos ancianos que viven en sus precarias chozas diseminadas en la meseta. Rallia observa interesada el mundo del desierto, cargará con pesados odres sobre sus delicados hombros, vivirá como la harapienta Nedja onvirtiéndose en hija del desierto.