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Radu Mihaileanu • Directore

“La ironia es la única arma contra los dictadores”

por 

- Encuentro con el realizador rumano en ocasión de la presentación de su cuarto largometraje, Le concert, fuera de la competición del Festival de Roma

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, como antes El tren de la vida, gira en torno al tema de la simulación histórica. La elaboración de un evento falso en clave grotesca (un tren de deportados o una orquesta) para volver a escribir la historia. Probablemente todo nace de la misma vida del realizador: “Es un tema que me persigue muy a pesar mío. Quizás dependa del hecho que mi padre, que se llamaba Buchman, tuve que cambiarse el apellido durante la guerra para sobrevivir. Se convirtió en Mihaileanu para enfrentarse primero al régimen nazi y luego al estalinista”.

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Cineuropa: ¿Por qué usar la ironía para responder al dramatismo de la historia?
Radu Mihaileanu: Porque soy una persona no violenta y la ironía es la última arma que tengo contra los dictadores que han marcado mi vida y la de mis seres queridos. La utilizo para ir contra la barbarie y la muerte, para demostrar que somos más grandes que ellos, que aún estamos vivos y que por tanto hemos vencido.

En la película se respira una fuerte sensibilidad rusa.
He nacido en Rumanía, en el cruce entre tres imperios: el ruso, el austro-húngaro y el otomano. A pesar de todo, me siento muy eslavo, porque estoy lleno de una energía exuberante. Me reconozco en el término bárbaro. Amo los bárbaros. A Europa le falta algo de esta energía.

¿Cómo te has preparado para contar un país que no es el tuyo?
En todas las películas que he hecho he pasado mucho tiempo antes documentándome. Así, pasé muchas semanas en Moscú, para estar más cercano a esa realidad que, como sucede con frecuencia, es más fuerte que la ficción. Tanto que hay cosas que nos ha contado la gente que no he dudado si incluir en la película por miedo de que resulten excesivas. Hemos estado en las casas de las personas humilladas y olvidadas por el régimen. La dificultad reside en dosificar estos elementos, saber pararse y no dejarse llevar demasiado por las emociones. Así, en este diálogo entre pasado y presente he intentado no dejar demasiado espacio al pasado.

Otro aspecto característico de tu cine es la velocidad con que se suceden las acciones.
Corresponde a mi motor interno. Tengo sólo una vida a disposición. Vuelvo sobre un punto que me parece importante: Occidente es rico pero está dormido. Nosotros somos bárbaros y locos llenos de vitalidad. No poseemos vuestra riqueza y no tenemos castillos como los de Loira. Que son grandiosos, pero debajo el río fluye muy lentamente.

¿Cómo será recibida la película en Moscú?
Ya hemos hecho una proyección. Sentía miedo, sobre todo por una frase que dice el director parisino: “Los rusos son como las mulas, para hacer que anden hay que darles un buen golpe en la cabeza”. En cambio, el público ha demostrado su ironía.

No deja en pie ni el mito del Bolshoi.
Probablemente ya no sea el de hace 20 ó 30 años. Por decir una cosa, la fachada está en obras desde hace muchos años, pero nunca la terminan. Sin embargo, la película no es una crítica, tan sólo quería rendir un homenaje a la gran tradición musical rusa. Sé que los críticos más esnobs no aprecian a Tchaikowski porque contiene emociones demasiado vulgares. Pero en mi opinión es la misma alma de los eslavos y de mi película.

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