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De Cataldo Pinketts

Escritores del género negro

por 

- Durante el Festival de Courmayeur dos autores italianos hablan con Cineuropa sobre las posibilidades del género negro europeo contra la “colonización” del estadounidense

El Noir in Festival de Courmayeur no es solamente una reseña cinematográfica. Durante las jornadas del certamen se desarrollan encuentros y conferencias con los escritores más interesantes del género negro, italianos y extranjeros. Se trata de debates, informales generalmente, en los que se presentan las últimas novedades editoriales. Naturalmente, durante las distintas intervenciones más de una vez se habló de la relación más o menos fecunda que la literatura de este género mantiene con el cine. El primer invitado fue John Grisham, uno de los autores que ha sabido sacar mayor provecho al encuentro entre libros y películas. Siempre en el tema de la relación entre el cine y la literatura, hay que decir que el premio a la mejor película recayó en Dark Blue de Ron Shelton. El guión de esta película está firmado por un prestigioso autor: James Ellroy. Otro momento importante del festival fue la presentación de la próxima película de Gabriele Salvadores, Io non ho paura (Yo no tengo miedo), basada en la novela homónima de Niccolò Ammaniti.

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Para poder iniciar un análisis sobre las posibilidades del género negro italiano y, en general, europeo contra el desmesurado poder de las películas estadounidenses que llevan firmas del calibre de Grisham y Ellroy, por mencionar sólo las presentes en Courmayeur, podemos partir de las palabras dichas por Salvatores:

“Es indudable que la nueva generación de escritores tiene una mirada más cinematográfica. Tienen talento literario y además ven muchas películas. No excluyo, por ejemplo, que un autor como Ammaniti pueda el día de mañana coger una cámara y hacer una película. En cuanto a mi último trabajo, el productor y yo esperamos ser competitivos en el mercado como sucedió con Mediterráneo y Nirvana. Creo que la película tiene los ingredientes adecuados para poder circular por todas partes”.
Io non ho paura ha costado cuatro millones y medio de euros. Una producción importante si se compara con las europeas, de bajo coste si se compara con las grandes producciones estadounidenses. Es precisamente en el aspecto económico en el que coinciden escritores y directores sobre las dificultades existentes para realizar proyectos ambiciosos capaces de competir con el género negro hecho en Estados Unidos.
Giancarlo De Cataldo es uno de los escritores que tal vez en el futuro inmediato vea como una de sus obras se traduce en una película. Su libro sobre la banda de la Magliana, Romanzo criminale, puede verse como una especie de American Tabloid o de Underworld a la italiana. En el estilo de Ellroy y De Lillo, De Cataldo ha concebido una mezcla de hechos verdaderos y situaciones imaginarias para relatar una historia italiana de los últimos años. La finalidad de su escritura es extraer una metáfora de la historia, separándose de la crónica que sólo indica inicialmente el motivo de la narración. No cabe duda de que este texto puede adaptarse al lenguaje cinematográfico y las negociaciones ya están en curso. Por el momento, sobre el libro de De Cataldo ya hay una primera oferta de Cattleya , la misma empresa que produjo Io non ho paura.
“Mi consejo a los escritores que quieran consolidarse tanto en el mercado literario como en el cinematográfico –afirma De Cataldo- es ser extremistas en la escritura y esforzarse por entender los signos de los tiempos. Hay que leer la realidad, construir nexos y dar qué pensar. No creo, por el contrario, que sea necesario aumentar la asistencia en las escuelas de escritura. El aspecto económico es otra cosa. Desgraciadamente hay que tomar en cuenta las reglas del mercado y las decisiones políticas en el campo de la cultura. Por ejemplo, en Roma hace unos pocos años la programación del Teatro Argentina se confió a Mario Martone. Una decisión valiente e importante porque finalmente representaba una ruptura con el pasado. Mario Martone no tardó mucho en ser despedido por razones de repartición de cargos. De esta manera no se llega a ninguna parte. Repito, se necesitan personas que sepan atreverse y cimentarse adecuadamente con la realidad contemporánea. El ejemplo del Teatro de Roma vale también para el cine. Si por una parte se pueden acoger con satisfacción y optimismo películas como A velocità massima y L’imbalsamatore, por otra estamos aún muy retrasados si consideramos la situación general. Tenemos autores de talento. Los escritores valen, los directores también. Lo que falta son productores como antes, capaces de atreverse y de dirigir su atención a obras distintas entre sí. El cine está prácticamente en manos de una sola realidad productiva con todo lo que esto conlleva. Lo mismo se puede decir de la televisión. En pocas palabras, las ideas no circulan a pesar de la presencia de talentos y de buenos guiones que invariablemente terminan en la papelera”.

Otro escritor que intervino en Courmayeur fue Andrea Pinketts. No presentaba un libro, pero su desbordante personalidad no pasó desapercibida. Su opinión sobre la situación actual del género negro en Europa, con una mirada particularmente atenta a Italia, no se aparta mucho de la de De Cataldo:
“En primer lugar hay que hacer una pequeña constatación de orden temporal. En los años setenta había productores capaces de hacer películas como Un ciudadano más allá de toda sospecha o Sbatti il mostro in prima pagina. Hoy falta la figura de ese productor y ha sido sustituida por empresas que sólo miran los beneficios. No creo que las películas estadounidenses tengan mayor calidad, son divertidas pero en muchos casos se parecen cada vez más a los videoclips o a los videojuegos. Los europeos, cuando tienen la oportunidad, saben tratar ciertos temas con gran sentido de la realidad. La violencia se representa sin necesidad de usar efectos especiales. En este sentido, no creo que tengamos una crisis de talentos. Hay buenas narraciones. Sin embargo, cuando se trata de encontrar un editor o un productor, el escritor debe rendirse y adecuar su potencia narrativa a las exigencias del mercado. No sólo. Porque en realidad también con poco dinero disponible se podrían realizar excelentes productos desde el punto de vista cualitativo. Desafortunadamente, cuando no se presenta el problema de los medios económicos, entre en juego el reduccionismo cultural. Y así sucede que hoy una película como L’imbalsamatore representa un caso anómalo en el panorama cinematográfico mientras que hace treinta años era lo más normal. Las narraciones se detienen en la fase de proyecto o de distribución. Y frente a estas dificultades a los autores no les queda más remedio que acercarse a la más banal simplificación y volverse más realistas que el papa, esto es, escribir historias que ni siquiera en Estados Unidos, el país que nos ha colonizado, soñarían con realizar”.

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