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Bertrand Blier • Director

Un provocador más allá de toda sospecha

por 

- El director francés presenta a concurso en Cannes 2003 su décimo sexta película: Les côtelettes, con Philippe Noiret, Michel Bouquet y Farida Rahouadj

Hijo del actor Bernard, Bertrand Blier, moralista desencantado y provocador, guionista violento y director con un espíritu libre, escapa a cualquier clasificación. Con sus 15 películas se ha convertido en Europa en uno de los francotiradores de la insolencia de mayor prestigio. Golpea, sorprende y conmueve con el mismo ardor, ya desde su película Les valseuses, viaje ahora histórico de “tres canallas que se obstinan por enredarse en una Francia asquerosa”. La etiqueta de misógino le va bien a Bertrand Blier, en la medida en que sus heroínas se adecuan a la crudeza de su lenguaje, a la brutalidad de las palabras y al descaro de sus personajes, hombres y mujeres. La visión de la mujer perdida, que tiene como modelo mítico a Arletty, está más allá de los lugares comunes. Bertrand Blier obtuvo el oscar a la mejor película extranjera por Préparez vos mouchoirs y se impone en Europa con cada una de sus películas, siempre esperadas y criticadas, pero cada vez más populares. La paradoja de este brillante director es que conduce su carrera en modo solitario sin pertenecer nunca a una categoría del cine francés. Es esto, desde la época de la Nouvelle Vague, lo que marcó el inicio de su carrera. A concurso en Cannes (después de Tenue de soirée en 1982), la película Les côtelettes, que promete interminables polémicas, está en sintonía con Blier, autor de escándalo más allá de toda sospecha. Les Côtelettes, está basada en una obra teatral y narra la historia de unos viejos “vivaces, amargados y desagradables”.

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¿Cómo debemos interpretar esta nueva película en donde la heroína es quizás, una vez más, una mujer perdida?
“En el peor de los sentidos. Mis personajes son mujeres perdidas y, por tanto, peligrosas porque no sabemos qué harán que suceda en la historia. Me atrae esta figura de mujer de mala vida que va a todas partes, que hace cualquier cosa, como un hombre que bebe, que se concede demasiadas cosas y que muere de perdición”.

¿Cómo nace esta mujer en su imaginación?
No lo sé. De mi infancia, de un cierto gusto por lo bajo, de mi cultura literaria, de las novelas de terror estadounidenses, y de mi visión obsesiva de la mujer perdida que suscita en el hombre el deseo de salvarla. En la película Les valseuses, cuando Depardieu y Dewaere no están ya con Miou Miou, ¿qué hacen? Esperan fuera de la cárcel para dar un poco de felicidad a una mujer que es liberada. Esto explica bien la psicología de autor del guión. Es el tema principal de mi proceso como director escritor.

En Préparez les mouchoirs dos hombres unen sus fuerzas para dar a una mujer la única cosa que desea y no tiene: un niño. Extraordinaria historia de amor, gran éxito, pero luego llega Calmos para celebrar el año de la mujer. Es un escándalo y un fiasco…
“Es verdad, la película es de un gusto incierto y escandaloso porque termina en el sexo de una mujer. Y entonces el contragolpe es muy duro. Fellini en La ciudad de las mujeres y Ferreri en La última mujer hicieron un poco lo mismo. Todos tenemos ganas de tratar este argumento”.

En sus historias, ¿los hombres van siempre en pareja?
“Sí, es un viejo truco del cine, un método de escritura. Encontramos en el autor la misma individualidad del bruto y del tierno. El tándem de dos actores da más credibilidad y fuerza a la incertidumbre, a las elucubraciones de un solo hombre”.

En Les côtelettes, junto a Philippe Noiret y Michel Bouquet, dos hombres que intentan salvarse, hay una representación singular de la muerte.
“Cuando tenía 50 años me entraba un sudor frío en la espalda sólo de pensarlo. Ahora creo que al final de una vida normal y comprometida la llegada de la muerte no debe de ser un problema. Siempre que uno no esté enfermo. La muerte es el gran momento de la vida y es necesario que la afrontemos. No hay que tener miedo a hablar de ella y menos a ponerla en escena. En mi película, interpretada por una actriz tan extraordinaria como Catherine Lliegel, la muerte está presente, un poco como en las películas de Bergman, pero en una versión más francesa, divertida y provocadora. Al menos le podemos tocar el culo, y esto es lo que se hace en la película”.

La mano en el culo de la muerte, ¿hace que ganemos tiempo? “Sí, porque le gusta, y entonces se pueden ganar unos minutos muy valiosos”.

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