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Fabrice Du Welz • Director

Películas de género, realismo mágico y cine poético

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- Entrevista con el director belga sobre Alleluia, la cinta que presentó en la Quincena de los Realizadores del festival de cine de Cannes de 2014.

Fabrice Du Welz • Director

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. A eso se sumaron las ganas de utilizar las Ardenas y los paisajes hostiles que marcaron mi infancia como contexto. Me apetecía trascenderlos con la cámara, con un estilo que bordeara la fantasía visual.

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¿Ya tenía en mente por aquel entonces la historia real de los "asesinos de la luna de miel"?

Volví a ver Los asesinos de la luna de miel, de Leonard Kastle (1970), y, la misma semana, vi Profundo carmesí, de Arturo Ripstein (1996), que también se inspira en esa historia. Estaba claro que teníamos que hacer algo a partir de los crímenes de Martha Beck y Raymond Fernández [que en Estados Unidos fueron bautizados como "The Lonely Hearts Killers", NdA].

Ustedes llevaron a cabo una fatigosa labor previa a los decorados. ¿Qué exigencias manejaban?

Desde siempre me aterra lo plano que resultan los decorados en según qué películas, sobre todo en un tipo concreto de cine francés. Por lo que a mí respecta, no soy partidario de usar la noción de contexto social. No tengo nada en contra de los directores que sí lo son pero lo que me molesta es que, especialmente en el cine francés, no se acepte la violencia más que si está justificada o explicada a partir del origen social de los personajes. Los americanos se dan el lujo de resistir a eso. En este caso, por lo demás, la historia real de partida me interesaba menos que la deriva psicótica de Gloria, el personaje femenino de mi película. Quería evocar eso gradualmente a través de imágenes y decorados. Formo parte de la tradición del cine belga y del realismo mágico heredero de Delvaux, principalmente. Hago un cine epidérmico, cercano al cuerpo. Eso también vale para los decorados: la “santa trinidad” formal de Alleluia la componen la luz, los decorados y el vestuario.

¿Qué puede decirnos del trabajo con el sonido?

Me encantó el documental El infierno de Henri-George Clouzot, de Serge Bromberg (2009). Soy fan de Clouzot y me impactó la búsqueda experimental que emprendió en materia de sonido para intentar reflejar la esquizofrenia de un hombre. Yo no tomé el mismo camino, sino que la idea era jugar con el sonido y la música para marcar las rupturas psicóticas. Partimos de lo suave para subir progresivamente antes de volver a una forma de apaciguamiento.

¿Cómo define usted el cine de género?

Siempre he tenido un problema con lo que las "instituciones" o cierto sector de la crítica perciben como cine de género. Hay una mirada un tanto elitista sobre el llamado "cine de género". La esencia del cine es el circo, el espectáculo. Nació en espectáculos de verbena con el titiritero que apelaba al público: "venid a mí que os voy a enseñar algo insólito". El cine de género nació prácticamente a la vez que el cinematógrafo. Desde el cine mudo y los años 20 tenemos películas de monstruos: Frankenstein, El hombre invisible, King Kong... El cine de género también adquirió pronto una dimensión de metáfora social, de reflejo de los males de este mundo. En Francia, desde la Nouvelle Vague, se lo desprecia a favor del naturalismo. Es una pena. No quiero hacer una guerra de guerrillas pero a mí lo que me gusta es el cine poético. Me gustan Cocteau, Delvaux, Lynch y toda forma de alteración de la realidad. Considero que el cine de género es universal. De hecho, ¿qué películas han marcado durante diez años al público? Películas como las de Michael Mann, las primeras de Scorsese, Old Boy de Park Chan-wook… cine de género.

¿Esa apuesta no le aleja forzosamente de una parte de su público?

Admito que me planteo la pregunta por el público desde que realicé Colt 45 [+lee también:
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. Para federar al público se necesita tensión y empatía. No quiero que la gente se quede fuera. Me gustaría que mi madre no me dijera al salir de la sala: "tu peli es especial".

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