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Xavier Giannoli • Director

"Todos necesitamos ilusión para vivir"

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- VENECIA 2015: El cineasta francés Xavier Giannoli habla de Madame Marguerite, presentada a concurso en la 72ª Mostra de Venecia

Xavier Giannoli  • Director

Xavier Giannoli, un habitual de los grandes festivales internacionales de cine, ha presentado en la competición de la 72ª Mostra de Venecia su sexto largometraje: Madame Marguerite [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Xavier Giannoli
ficha de la película
]
, una inmersión en la década de 1920 para acercarnos a una imparagonable cantante de disonante voz a la que da vida una sensacional Catherine Frot. Cineuropa se reunió con el director a pocos días de viajar al Lido veneciano.

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Cineuropa: ¿Cómo descubrió la existencia de Florence Foster Jenkins, quien le inspiró la historia de Madame Marguerite?
Xavier Giannoli: hace más de diez años, oí en la radio la voz, hilarante y trágica, de esta cantante que cantaba completamente en falso. Descubrí que era estadounidense y que vivió durante la primera mitad del siglo XX. En su único disco, había una foto de ella con unas alas en la espalda y la sonrisa confiada de una mujer que parecía totalmente inconsciente de la incorrección cómica de su voz. Eso me emocionó, así que llevé a cabo una investigación "periodística" para saber lo más posible sobre ella. No me apetecía hacer un biopic porque prefiero que una película dé un punto de vista personaj. Mantuve muchos elementos sobre su relación con la música, su medio social, su círculo de contactos en el mundillo… pero tomé distancias con respecto a la historia verdadera. Es una manera de liberar espacio a favor de lo fabuloso y novelesco. Ahí es cuando decidí llevar la historia de los años 40 a los años 20 y de Estados Unidos a Francia.

Los temas de la mentira y la verdad conforman el núcleo argumental de Madame Marguerite
Todos necesitamos ilusión para vivir y el mundo actual resuenta también en la historia de Marguerite con la mentira, la hipocresía, la ilusión que uno tiene y de la que es víctima porque al mismo tiempo nos da seguridad. El personaje tiene una humanidad que comunica con nosotros y su drama no aparece ligado a una época ni a un medio en particular sino que constituye un reto universal de la vida: la fuerza que podemos reunir para aceptar la realidad tal y como es y para ver qué hacemos con eso.

Cómo jugó usted con la delgada línea que separa los aspectos dramáticos de los casi cómicos del personaje?
Es un lugar común pero la vida puede ser cómica, burlesca y ridícula y, al mismo tiempo, trágica, profundamente emocionante y a veces dolorosa. Marguerite es una mujer inocente y completamente excéntrica en la que la diversión es la expresión de una libertad, de una insumisión. Es capaz de lo que sea: se rebela contra su medio, rompe con todos los códicos, conoce artistas y gente que le infunden el ánimo y la necesidad de liberarse, de hacerse cargo de sí misma. Todo eso la proyecta en situaciones muy divertidas. Pero también es un personaje que aprende de las mentiras; un poco como el niño que camina sobre el hielo que, como se dice, puede abrirse en cualquier momento bajo sus pies: ella se arriesga a descubrir la verdad de que todo el mundo le ha mentido siempre y que nadie nunca se atrevió a dirle que cantaba mal. Había una tensión dramática muy fuerte, como un suspense: hay miedo de que sepa un día esa verdad.

¿Cómo abordó la que es su primera película de época, un género que por lo general suele salir caro?
La cinta no ha contado con un gran presupuesto en absoluto. Trabajé en su preparación durante más de dos años viajando muchísimo a localizaciones y buscando soluciones a lo que podía ser costoso. Los actores y la producción también se esforzaron mucho. Había que dar con algo fascinante en lo visual porque también es ése el tema: el poder de la imagen es muy grande a la hora de hablar de mentiras. Quería cierta forma de elegancia. Creo que las películas de época más hermosas son las más minimalistas, así que no quería ser fetichista de nada sino más bien expresar el paso de un mundo antiguo a uno nuevo; por eso me interesaban los años 20. Marguerite es rica, vive en un castillo, muy a la francesa, pero la aventura, la gente que conoce y su deseo de superación le llevan a descubrir otros universos visuales: los cabarets, las oficinas… En cuanto al vestuario, también busqué elegancia y sobriedad. Quería un control total del color y jugar muy poco con los tonos. Trabajé con el director de fotografía Glynn Speeckaert con objetivos anamórficos de los años 60, que daban una impresión del espacio muy especial y muy bonita. Por último, experimenté con muchísimos universos sonoros: el didjeridoo, el jazz, la ópera, la música experimental de la época... Además, Marguerite se encuentra de pronto en mitad de la tendencia dadaísta, un movimiento que constituyó la gran revolución artística de principios del siglo XX. Como el personaje vive una aventura de la libertad, me encantaba la idea de los años 20, con ella escuchando sonidos originales, viendo cuadros que jamás se habían visto y encontrándose con artistas que proponen nuevas formas de expresión.

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(Traducción del francés)

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