26/09/2019 - Entrevistamos a Delphine Lehericey, con motivo del estreno mundial de su nueva película, El horizonte, en la sección New Directors de San Sebastián

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ficha de la película], el relato atemporal de un verano caluroso donde los cuerpos y los espíritus se emancipan. Hablamos con la directora durante el preestreno mundial de la película en la sección New Directors de la 67ª edición del Festival de San Sebastián. 

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Cineuropa: La película sorprende al abordar de forma tan cruda la ruralidad y la agricultura en un periodo de transición donde las personas son deshumanizadas debido a la búsqueda de beneficios.
Delphine Lehericey: Es lo que me atrajo de la película, volver a los orígenes. La tierra. Estar frente a la vida o la muerte. No hacer otra película de debates en salones o en cafés. Estar frente a personas que lo pierden todo, que cocinan, que cultivan. Yo no vengo de allí y no quería traicionar esa belleza. Fue muy fuerte encontrarme con un guión que narra el momento en que quisimos volverlo inhumano y menos noble en los años 70. Ganamos dinero y compramos miles de gallinas que recibieron un trato penoso. Por eso la película tiene ese aspecto clásico. Filmar la naturaleza pone las cosas en perspectiva. 

¿Quién es Gus, el héroe de la película?
Es un niño que está en una edad fascinante, tiene un pie en la infancia y otro en la adolescencia. En un mes y medio de verano, crece de golpe. Es más soñador que agricultor. Las condiciones en las que vive no le satisfacen, pero su destino hace que tenga que someterse y eso aumenta su cólera.

Gus está rodeado de mujeres en plena rebelión o emancipación. ¿Era importante incluir una mirada femenina sobre este amor naciente y estas revoluciones femeninas?
Son preguntas que yo me hago muy a menudo. Estamos en un momento de la historia muy importante para los hombres y para las mujeres. Es una pena que nos hayamos enfrentado en temas como el #metoo, deberíamos tratarlo desde la solidaridad. Siempre que veo películas o leo libros, reflexiono sobre la mirada masculina y la mirada femenina. Todas hemos descubierto el arte, el cine y la literatura a través de la mirada de los hombres. De repente, nos dimos cuenta de que también había obras de mujeres y de que eran diferentes. Es un shock político y estético. El trabajo que tenemos que hacer en la actualidad es deconstruirlo y teorizarlo.  

En este sentido, he reflexionado mucho sobre la forma en que iba a grabar a Laetitia Casta. Es un icono femenino y sensual. Yo quería una actriz popular, que pudiese llevarse al espectador con ella cuando deje a su familia. Es una mirada diferente. Un hombre y una mujer no tienen la misma visión de una mujer que se enamora de otra. No miramos a los mismos sitios. Hay una escena de cambio cuando el niño observa a su madre besar a Cécile. No hacía falta situarse en la belleza, ni en el erotismo, sino en la sorpresa. 

Hay hombres que tienen una sensibilidad benevolente y graciosa, que filman a las mujeres con respeto e integridad. Yo diría que la mirada femenina es el entorno donde se sitúa el yo, es poner la mirada de las mujeres al servicio de una historia para que sea un poco más compleja de lo que parece. Con la película también narramos una época. La película está ambientada en los años 70 pero las cuestiones que se plantean son similares a las que puede plantearse una mujer en la actualidad. Los hombres también se cuestionan: ¿No estaré sometido yo también a esta forma de patriarcado? Yo misma, en 2016, me enfrenté a cosas muy violentas por las decisiones que tomé… Pero hacerlo en 1976 fue muy valiente.

(Traducción del francés)