22/09/2022 - Con su primer largometraje de ficción, la granadina recrea su infancia y adolescencia en el sur de España, con un estilo onírico/fantasioso e intérpretes no profesionales

(© Gari Garaialde/SSIFF)

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Rocío Mesa: No he visto esta última, pero me han dicho que se parece mucho a la mía: adoro a Elena López Riera, aunque no nos conocemos personalmente, pero nos seguimos mucho. Esa conexión de la que hablas me parece de las cosas más hermosas que le puede pasar a una generación de creadoras. Resulta que las tres directoras rodamos el mismo verano y al mismo tiempo; ninguna de las tres ha leído el guion de las otras y, sin embargo, una en Cataluña, otra en Levante y otra en Andalucía estamos haciendo películas parecidas. Eso significa que estamos en un momento en el que a las mujeres se nos ha dado voz y estaba claro que, dentro de lo femenino, había unos universos comunes que queríamos rondar y hemos hecho películas que dialogan entre ellas, aunque cada una tiene su propio sello autoral. Además, entre nosotras nos queremos y apoyamos: cuando Carla Simón ganó en la Berlinale supe lo que sienten los forofos del fútbol cuando su selección gana la copa del mundo, porque lloré. Y lo mismo cuando Elena estuvo en Cannes. Hay una sororidad increíble entre nosotras. Agradecida me siento de que me metan en ese grupo.

¿Tienen algo de ti misma las protagonistas de Secaderos, la niña representa tu infancia y la joven tu adolescencia?
Aunque no es un film autobiográfico, sí nace de sentimientos que he vivido: yo he sido esa niña salvaje y silvestre descubriendo de una forma tímida la naturaleza, visitando el pueblo de mis abuelos, y esa adolescente que al llegar a esa edad no le interesa nada y no es capaz de ver esa belleza que tenías ante tus ojos porque había otras preguntas que te rondaban la cabeza. Y en esa secuencia lisérgica, que yo ruedo en súper 8, ella vuelve a ver la belleza de lo natural. Ha salido esta historia rural psicodélica que es lo que soy yo: una chica de pueblo que vive en California y me gusta el rock and roll.

Secaderos posee un tono onírico que recuerda a películas como Donde viven los monstruos o El espíritu de la colmena, con los niños viendo un mundo mágico que no perciben los adultos…
Es que esa niña era yo: cuando vivía en La Vega de Granada y veía los enormes secaderos de tabaco, de chopo o ladrillo, estaba en mi imaginario que allí vivían criaturas mágicas. De mayor he visto los secaderos de una manera política: son fantasmas arquitectónicos que nos recuerdan que en ese paisaje hubo una cultura e industria, fagocitada por una expansión inmobiliaria que se está comiendo un terreno agrario que debería ser intocable. Que estemos destrozando terrenos que nos dan de comer y tengamos que traernos la comida de Sudamérica en contenedores, destrozando el planeta, es muy fuerte. De esa visión política también ha surgido la criatura del film: porque hay también una fuerza colectiva del pueblo obrero, una memoria histórica que para mí se convierte en criatura mágica, como en la religión del sintoísmo una energía colectiva crea seres.

¿En qué te basaste a la hora de escoger a los actores naturales?
Lo más importante es encontrar personas que tengan capacidad de imaginar, olvidándose del entorno. Además, que se parezcan a los personajes que has escrito. Y que sean agricultores con ese lenguaje corporal, como sucede con la madre de la adolescente, que lleva colgando tabaco desde que era niña. Para encontrar a esas personas hay que ver miles de ellas y para eso se necesita tiempo y, sobre todo, presupuesto: Carla Simón ha recordado en cada entrevista que hizo Alcarràs porque era coproducción y tuvo presupuesto. No nos pidáis hacer magia, porque los milagros no existen. La mía es una película de un millón de euros en la que no se pudo hacer un casting de nueve meses, se rodó sin ensayos y ha sido un reto enorme. Recomendaría a los productores que si quieren hacer este tipo de cine tengan que reflejarlo en los calendarios de producción y presupuestos, porque hay que darles tiempo a los actores no profesionales para que puedan desarrollar el talento que tienen: eso hay que encontrarlo y trabajarlo.