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Bertrand Tavernier

Una historia real en la Francia ocupada

por 

- Coloquio con el director francés, en Roma para presentar Laissez-passer, un filme que recorre el período de la ocupación nazi en París para hablar del cine de esos años

Bertrand Tavernier, con su sorprendente arte de narrador, recorre el período de la ocupación nazi en París para hablar del cine de aquellos años, que logró sobrevivir a pesar de la falta de celuloide y de libertad. En Laissez-passer relata la resistencia artística e intelectual de Jean Aurenche, guionista de algunas obras maestras de directores como Claude Autant-Lara, y la resistencia un poco más “física” de Jean Devaivre, ayudante de director de Maurice Tourneur en la Continental, productora cinematográfica alemana ideada por Goebbels, fundada en París en octubre de 1940 por Max Winkler y dirigida por Alfred Greven. Un magnífico documento sobre el cine francés a través del cual el director muestra un interés y una curiosidad apasionada, libre de peligrosos e inútiles juicios o nostálgicos arrepentimientos. Un período que Tavernier se niega enérgicamente a considerar como la Edad de Oro del cine -como afirmara en los años ochenta el propio Autant-Lara-, recordando, por el contrario, la cantidad de directores, actores, guionistas y técnicos que fueron encarcelados y ejecutados o tuvieron que exiliarse. Tavernier señala, eso sí, los nombres de Bresson, Clouzot, Tourneur, Carnet, Becker, que, “electrizados por esa situación política reaccionaron intelectualmente creando obras maestras”. Inspirado en los relatos de los propios protagonistas, el director francés rinde un homenaje profundo y sincero a aquellos que, como él, siguieron en ese entonces narrando historias a través de las palabras y de las imágenes.

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Su película parece inscribirse en un momento cinematográfico común con otros directores que, como por ejemplo Istvan Szabò, vuelven al período de la Segunda Guerra Mundial...
“Es sólo una casualidad, no hay un movimiento internacional de cineastas que se ponga de acuerdo sobre los temas a tratar. Creo que se trata sobre todo de una reacción personal”.

¿Qué lo animó a hablar del cine de los años 1941 a 1943?
“Hace tiempo que lo pensaba, a decir verdad. Es un tema que me apasionaba mucho. Al estudiar las reacciones y motivaciones de los directores de esa época, me preguntaba cómo me habría comportado yo en esa situación, cómo habría reaccionado”.

Aunque no es una película sobre la ocupación, relata una época difícil y contradictoria...
“Quería hacer una película libre, distinta de las que se hacían en esa época, basadas principalmente en la trama. Una película que cambiara con frecuencia de tono, en la que en una misma secuencia se alternaran el drama y la comedia, la farsa y el sentimiento”.

¿Como sus dos protagonistas, opuestos y sin embargo similares?
“Exactamente. Un verdadero desafío para mí y para Jean Cosmos, con quien escribí el guión. Aurenche e Devaivre son, efectivamente, muy distintos: el primero es un gran seductor, amigo de los surrealistas y de Prevert, que critica y ataca a las instituciones a través de su pluma, mientras que el segundo es más un técnico, un luchador listo para lanzarse a cualquier aventura. Opuestos que se reencuentran en las diferentes formas del espíritu de la Resistencia y que incluso llegan a complementarse, cuando las dudas de Aurenche refuerzan las certezas de Devaivre y el valor de este último ilumina la inteligencia del primero”.

Y, ¿ha encontrado las respuestas a sus preguntas?
“Sí, yo diría que sí. Ahora sé que nunca habría tenido el valor de Devaivre, su valor físico, quiero decir. Nunca habría podido recorrer 380 kilómetros en bicicleta como hace él para ver a su familia, ni tampoco los 200 que recorre todos los días cuando entra en la Resistencia. Pero tal vez habría tenido la misma determinación que Aurenche, al que no se le puede reprochar que siquiera alguna de sus imágenes o de sus páginas esté ligada con la ideología de entonces”.

Los dos héroes se mueven entre personajes complejos, por no decir contradictorios, como Charles Spaak y el propio Alfred Greven...
“Los descubrí, y en algunos casos los redescubrí. Charles Spaak, por ejemplo. He sentido reconocimiento y admiración por su forma de luchar. Durante mis indagaciones descubrí, en la adaptación de una de las novelas de George Simenon, que transformó en francés a un odioso banquero judío. Era un personaje secundario y sin embargo sintió la necesidad de no dar nuevas armas al ocupante”.

Y de Greven...
“Es un personaje realmente enigmático y creo que, desafortunadamente, lo seguirá siendo siempre, porque aunque trabajó como productor en Alemania hasta 1972, no hubo nunca un periodista que lo entrevistara ni un historiador que lo escuchara. Nombrado por Goebbels, e íntimo amigo suyo, su misión como director de la Continental era producir películas vacías que adormecieran al público y no tuviesen ningún significado. De las 34 películas que se produjeron, hubo al menos veinte que hicieron exactamente lo opuesto, empezando por la película de Christian Jaque, L’assassinat du Père Noel, o las dos películas de Clouzot. Es cierto que Greven despidió a guionistas y directores judíos, pero también lo es que hizo que trabajara durante un año y medio Jean-Paul Le Chanois, un judío comunista declarado”.

Su película ha suscitado mucha polémica en Francia, en donde una parte de la crítica lo ha acusado de revisionismo...
“La verdad es que se ha acusado a la película de muchas cosas: de ser un elogio al cine de estudio, más que una apología al ayudante de director. Afortunadamente, se trata de un diez por ciento de la prensa y, además, casi exclusivamente de la parisina. No hay ley que impida a los críticos de cine decir estupideces y mostrar su ignorancia. Es una lástima que no se vaya a la cárcel por esto”.

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