20/05/2009

La pareja de directores Jessica Woodworth y Peter Brosens nos han sorprendido con su segundo largometraje, el lírico y audaz Altiplano [+lee también:
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ficha de la película], que han presentado hoy en la Semana de la Crítica. Esta coproducción entre Bélgica, Alemania y Holanda viene a confirmar la originalidad de los directores que el veneciano León del Futuro reconoció en 2006 por Khadak [+lee también:
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entrevista: Jessica Woodworth
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En la ciudad peruana de Turubamba, en el Altiplano andino, una estatua de la Virgen se rompe mientras la sacan en procesión. En Iraq, una fotógrafa llegada desde Bélgica toma la instantánea, a pesar de las amenazas, de la ejecución de su guía iraquí. Esta ambiciosa película tiene como punto de partida los escándalos en los confines del mundo contemporáneo. El filme quiere mostrar los mortales efectos del colonialismo económico en Latinoamérica y sumergirse en la espiritualidad de las fuerzas de la naturaleza o la religión a través de las trágicas experiencias de simples habitantes del planeta. El estilo narrativo de Altiplano es una mezcla de realismo, simbolismo y una poesía casi sobrenatural (haciéndole un guiño a La montaña sagrada, de Alejandro Jodorowsky), enfatizado por unos efectos visuales muy impactantes: flashback en blanco y negro, imágenes de vídeo, giros de la cámara, majestuosos decorados y una magnífica fotografía obra de Francisco Gozon. Una película que no tiene miedo de correr riesgos, ya que no busca la unanimidad entre los espectadores a los que ciertas tomas de partido en algunas escenas podrían desconcertar.

Ambos directores firman un guión que relata los destinos cruzados de dos mujeres. La primera es la peruana Saturnina (interpretada por una Magaly Solier tan extraordinaria como en la ganadora del Oso de Oro de la Berlinale La teta asustada [+lee también:
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ficha de la película]) que ve como sus planes de boda se van al garete por la contaminación, con consecuencias mortales, de las aguas de su pueblo a causa de los vertidos de mercurio de la intensa explotación minera. La segunda es Grace (la germano-iraní Jasmin Tabatabai), una fotógrafa de guerra europea que pasa por una depresión y que pierde a su marido (Olivier Gourmet), un médico belga que trabaja para una ONG, desgraciada víctima de la furia de los habitantes de Turubamba contra los extranjeros ("Márchense de nuestras tierras, malditos asesinos"). Una muerte que lanza a Grace a un viaje de iniciación y redención en el cual su alma entrará en armonía con la de Saturnina.

Altiplano denuncia los crímenes económicos y ecológicos que tuvieron lugar en Perú en el año 2000 y presenta una investigación casi etnológica sobre los rituales místicos de la población local. Además, trata la cuestión del poder de las imágenes ("Una foto nunca ha parado una guerra", "No moriré en silencio ni siendo invisible"). El conjunto de problemas que presenta la película y el tratamiento tan personal de estos que hacen los directores hacen de ella una obra tan fascinante como, sin duda, inusual.

La cinta es una coproducción entre las compañías belgas Bo Films (propiedad de los directores) y Entre chien et Loup, la alemana ma.ja.de. Filmproduktions y la holandesa Lemming Film. Las ventas internacionales corren a cargo de la británica Meridiana Films.

(Traducción del francés)